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Fénix se levantó con el primer rayo de sol, aún sintiendo el peso de las revelaciones de la noche anterior. Su cuerpo estaba tenso, pero su determinación, más fuerte que nunca, la impulsaba a seguir adelante. Sabía que si quería hacer justicia por la muerte de Kael y proteger a los inocentes, debía estar preparada para cualquier cosa. Era el momento que tanto había esperado, la oportunidad de hacer algo grande, algo único. Era el momento de probar su valor.

Antes de partir, Fénix se tomó un momento para empacar sus pertenencias, metiendo con cuidado algunas ropas y su daga favorita en una pequeña bolsa de cuero, la cual enganchó a su cinturón. Mientras guardaba sus cosas, Elowen, con el rostro cargado de preocupación, se acercó a ella. Tomó asiento en la cama de Fenix y con un par de palmadas al colchón le pidió a su hija que le acompañara.

—Hija mía, te he visto crecer desde que eras una niña curiosa, siempre explorando el mundo a tu alrededor con una valentía que superaba a cualquiera de tu edad. Pero ahora, al mirarte, veo a una joven mujer que ha enfrentado más desafíos de los que muchos jamás conocerán. Eres fuerte, Fénix, más de lo que crees. Has sobrevivido al dolor, a la pérdida, y aun así sigues de pie, con el corazón lleno de determinación y el espíritu del fuego ardiendo dentro de ti.

No solo has heredado el poder de tu padre, has heredado su coraje, su voluntad inquebrantable, y la capacidad de levantarte después de cada golpe. Estoy tan orgullosa de la mujer en la que te has convertido. Aunque el camino frente a ti sea difícil, sé que enfrentarás cada desafío con la misma fuerza y valentía que siempre has mostrado. Nunca olvides lo poderosa que eres, y que sin importar cuán oscuro sea el sendero, siempre llevarás la luz del fuego dentro de ti-.

Ambas se fundieron en un tierno abrazo que dejó con el caer algunas lágrimas por parte de ambas. Luego de un momento de tranquilidad, Elowen se alejó y miró con detalle la cara, de su ahora pelirroja, hija. 

-Tengo algo que quiero que conserves -dijo Elowen, rebuscando en el bolsillo de su delantal. De este, sacó dos objetos, los cuales a los ojos de Fénix, parecían tener algo de magia en ellos.

Primero, le entregó un pequeño amuleto de cuarzo rosado, el cual colgaba de una delicada cadena de plata. El delicado objeto parecía brillar con una energía ancestral.

—Este amuleto te protegerá, hija. Lo usaba tu padre cuando emprendía largos viajes. Te dará fuerza en los momentos más difíciles.

Fénix lo tomó con cuidado y lo colocó alrededor de su cuello, sintiendo una vibración sutil al contacto con su piel, como si el espíritu de su padre la acompañara. Luego, Elowen sacó un segundo objeto: un anillo con forma de dragón, tallado con increíble detalle. Sus ojos parecían chispear con un brillo que imitaba el fuego.

—Este anillo —dijo Elowen, con la voz cargada de nostalgia— fue un regalo de tu padre. Me lo dio como muestra de su amor eterno. Ahora es tuyo. Llévalo contigo, te recordará siempre quién eres y de dónde vienes.

Fénix miró el anillo en la palma de su mano, sus dedos temblando ligeramente. Sabía que llevaba el legado de un dragón en su sangre, y este anillo simbolizaba más de lo que cualquier palabra podría expresar.

—Gracias, madre —respondió con solemnidad mientras se colocaba el anillo en el dedo.

Con el amuleto colgando en su pecho y el anillo en su mano, Fénix se sintió más conectada con sus raíces, preparada para enfrentar lo que viniera. Sabía que el viaje hacia Alicantía sería largo y peligroso, pero cada paso que daba la acercaba no solo a la venganza por la muerte de Kael, sino también al descubrimiento de quién era realmente.

El viento frío del amanecer acariciaba su piel mientras avanzaba por los caminos serpenteantes que llevaban al este. La luz del sol apenas comenzaba a iluminar el bosque, creando sombras danzantes entre los árboles. A pesar de la calma que la rodeaba, Fénix sentía una agitación en su interior, una mezcla de ansiedad y emoción. El fuego en su sangre estaba en calma, pero siempre latente, recordándole que debía controlar ese poder si no quería que la consumiera.

Navegando Entre Llamas y LeyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora