Capítulo 8. El cementerio de Pequeño Hangleton

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Gia abrió los ojos lentamente y con pesadez. El sol le daba de lado, pero por alguna razón, no le resultaba incómodo o le daba calor, al contrario. Era tal y como recordaba los abrazos de Draco. Cálidos y reconfortantes, como estar en casa.

«Ah, es verdad», dijo una voz en su cabeza. «Era mentira»

«Díselo, Draco. Que todo ese rollo de las almas gemelas era una mentira ridícula para enamorarla y así limpiar tu nombre.

- ¡Eso no es cierto! - bramó Draco»

Un pequeño insecto se acercó a ella con intenciones de subir por su mano, pero Gia no hizo el amago de espantarlo o impedirlo. Se quedó mirando como la diminuta hormiga subía por su mano, provocándole cosquillas. Enfrente de ella, aunque estuviera de costado, podía identificar lo que creía que era una lápida.

«Voy a comprar una casa en este sitio al final, de tanto que lo visita mi subconsciente», pensó. «Podría haberme mandado a Godric's Hollow.»

- Te manda aquí porque supuso un punto de inflexión en tu vida - dijo una voz detrás de ella. Gia arrugó la frente y se giró. Un apuesto hombre, con el pelo castaño revuelto, ojos marrones y gafas redondas se apoyaba contra una lápida con gesto arrogante. Gia sonrió.

- Hola, papá - le saludó, y se levantó para abrazarlo.

- Hola, princesa - abrazar a James era tan reconfortante para su corazón que solo era comparable con abrazar a Draco. Se separaron y James la cogió de la cara para analizar su rostro -. Estas muy delgada y tienes muchas ojeras, Gia.

- Estoy bien - respondió, poco convencida. James alzó una ceja.

- Gia... no lo estas - le dijo en voz baja.

Padre e hija se miraron un largo rato a los ojos, ambos sin saber qué decir. La joven miró a su alrededor.

- La última vez que estuve aquí, Ced me mostró el mundo que quedaría si me unía a Voldemort - comentó.

- Lo sé. Lo vimos. Los ancestros le dejaron encargado de convencerte de no anular tus emociones, y de traerte de vuelta.

- ¿Te mandan a ti ahora? - James sonrió.

- No - respondió -. No tienen miedo de que anules tus emociones esta vez. Solo quieren que te guie un poco.

- No lo necesito, papá - James sonrió de nuevo.

- Eres igual de terca que tu madre. Cuando estaba embarazada de ti, también se empeñaba en sobre esforzarse mas de lo que su cuerpo le permitía. Espero que tú no seas igual, porque volverás loco a Draco, con... ¿qué pasa? - preguntó al ver como Gia arrugaba la frente -. ¡Ah! Es por lo de la carta.

- Eres un cotilla, papá.

- En realidad no fui yo, pero alguien me lo contó, si - Gia alzó una ceja -. Digamos que no soy el único que ha estado intercediendo entre vosotros dos. Alguien ha estado haciendo de Pepito Grillo con él.

- ¿De quién...? - Gia abrió la boca -. ¿Regulus? - James asintió y se sentó en una lápida para que se sentara con él.

- El retrato de Reggie está en el sótano de la mansión de los Malfoy - comentó -. Draco lo encontró después de intentar matar a Dumbledore. Fue quien le animó a huir.

«Claro. No iba a salir por iniciativa propia. Era de esperar. Siempre tiene que haber alguien detrás que mueva los hilos de Draco Malfoy.»

«Gia, no seas así. Te dijo que había huido porque había soñado que ibas a morir, lo cual era verdad, y quería impedirlo.»

Epilogo - Hay vida después de la guerra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora