Día dos
Sirius chistó a su sobrino desde lo alto de la escalera. Draco miró hacia abajo, asegurándose de que Gia entraba en la cocina, y volvió tras sus pasos.
- ¿Sabe algo?
- No - respondió.
- ¿Crees que esto es buena idea, Draco? - le preguntó Sirius. Draco se giró a mirar hacia donde estaba la cocina.
- Creo que sí. Quiero decir...
- Tú también piensas que es llevarla hacia el abismo, y que Gia ya ha estado ahí demasiadas veces - Draco chistó.
- Si, un poco sí - admitió -. Pero también sé que le hará bien. Gia necesita ayuda, tío.
Sirius le miró de reojo. No estaba muy acostumbrado a que nadie le llamara tío, y menos Draco, quien lo soltaba de vez en cuando porque a él mismo también se le hacía raro.
- Ayer los aurores le vieron - dijo en voz baja. Draco le miró -. Sabe dónde estas.
- No descansará hasta que vuelva a casa.
- No permitiré que te haga nada, Draco. Te lo aseguro - el muchacho asintió, agradecido, y juntos bajaron a la cocina -. Dromeda llegará en un rato - le informó.
- ¿Crees que me aceptara? - preguntó con preocupación.
- Estoy seguro de que si.
La espiral de caos y preparativos de fiesta no cogió a Draco y Sirius en absoluto por sorpresa al llegar a la cocina. Pese a todo, el elfo hacía un increíble esfuerzo por complacer a su ama y estar pendiente de sus órdenes, a pesar de que cambiaba constantemente de opinión sin siquiera darse cuenta. Draco y Sirius, aunque reacios, trataron de ayudarla en todo lo posible, pese a sus cambios de opinión. A las once, alguien llamó al timbre de la casa. Draco le miró.
- ¿No se supone que no debían llamar al timbre? - Sirius sonrió con malicia.
- Tuve unas palabras con mi madre. Yo voy. Me imagino quien es.
Gia, que estaba de espaldas, se había erguido para intentar averiguar quién era. Desde su salida del hospital, tan apenas toleraba las visitas, y Draco suponía que era porque tenía miedo de escuchar cualquier palabra que le indicara el estado del mundo mágico. Sin embargo, en ese momento, estaba casi tan nervioso como ella.
Nunca había visto a Andrómeda mas allá de alguna foto perdida que su madre conservaba, en algún cajón. Lo único que sabía era que había dejado la casa de los Black después de enamorarse de un hijo de muggles, y por la foto y lo que le había contado el retrato de Regulus, se parecía mucho a su tía Bellatrix, si ser una psicópata. Y, al verla entrar, confirmó que esa era la mejor descripción de la mujer. A excepción de las marcas de su paso en Azkaban, un rostro mas amable y dulce, Andromeda era exactamente igual a Bellatrix. Ahora, además, tenían en común las ojeras bajo los ojos. Era irónico pensar que su propia madre y hermana había acabado con Bellatrix para, horas después, despreciarle. Al verlo e identificarlo, Andrómeda le dedicó una mirada gélida que, por otra parte, Draco esperaba. Gia, por su parte, la miró sin saber muy bien qué hacía allí.
- Dromeda - Sirius le señaló -. Te presento a...
- Se quien es - dijo con frialdad. Gia se giró y la miró, evidentemente descolocada -. Sería difícil no reconocerlo. ¿Qué haces aquí, muchacho?
- Eh... vivo aquí, tía... señora Tonks... - respondió, muy nervioso. Andrómeda le lanzó una mirada a Sirius de desdén, que le hacia acentuar aún mas el parecido con Bellatrix.
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Epilogo - Hay vida después de la guerra.
Fiksi PenggemarPorque hay vida despues de la guerra. Y esta historia, no se podía quedar sin terminar. Continuación de Soulmates