Capítulo 8

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Había pasado un tiempo desde los turbulentos eventos en la conferencia, y el silencio entre las sectas parecía casi irreal. Era un silencio inquietante, como el aire antes de una tormenta. Todo parecía calmado, pero Nie Huaisang no se dejaba engañar. Sabía que el caos aún se cernía sobre ellos, apenas contenido por un delgado velo de apariencias. Era el tipo de quietud que precedía a algo grande, a algo terrible.

Xue Yang había sido la única fuente de información confiable en las últimas semanas. Aunque llamarlo "confiable" era un término cuestionable, era el único que había mantenido a Huaisang al tanto de los movimientos ocultos de Jin Guangyao.

—MengYao está haciendo movimientos extraños —dijo Xue Yang esa tarde, su tono despreocupado chocando con la gravedad de sus palabras.

Huaisang no levantó la vista del abanico que sostenía entre sus dedos, moviéndolo de un lado a otro con pereza calculada. En el fondo, había esperado esa noticia. Guangyao nunca se quedaba quieto por mucho tiempo. Sin embargo, en esos momentos se estaba comportando como alguien desesperado por lo ocurrido, o ¿Solo era una manera de desviar la situación? Con ese hombre nada podría ser demasiado fácil.

—Eso no me sorprende —respondió Huaisang, sin detener el rítmico movimiento del abanico—. Pero, Xue Yang... ¿algo más que valga la pena mencionar? ¿Alguna pista sobre Lan Wangji?

Xue Yang se encogió de hombros, apoyándose despreocupadamente contra la pared cercana. Huaisang se preguntaba cómo alguien podía parecer tan relajado mientras hablaba de asuntos que podían cambiar el destino de las sectas.

—Todavía no —dijo, con un tono casi burlón—. El Gran Hanguang-jun no se ha dejado ver por ningún lado.

—¿Y qué crees que está haciendo? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

Xue Yang sonrió, mostrando sus dientes como un depredador que saborea su presa.

—Si me preguntas a mí, está buscándolo. A Wei Wuxian.

El corazón de Huaisang se detuvo por un segundo, aunque su rostro permaneció impasible.

—Eso es lo que temía —murmuró, más para sí mismo que para Xue Yang.

El silencio cayó entre ellos por un momento, hasta que Xue Yang se encogió de hombros.

—Bueno, supongo que no importa. Cuando lo encuentre, las cosas se pondrán interesantes. ¿Qué piensas hacer, Nie Huaisang?

Huaisang dejó que sus ojos se desviaran hacia la ventana, observando el cielo nublado. El viento seguía soplando con fuerza, arrastrando las hojas caídas en espirales caóticas. Por mucho que quisiera detenerlo, sabía que no podría. No podría evitar que Lan Wangji encontrara a Wei Wuxian, no podría detener el destino que se avecinaba.

—Avísame si descubres algo más peligroso —dijo finalmente, con un suspiro cansado.

No podía evitarlo. A pesar de todo, deseaba, en lo más profundo de su ser, que Lan Wangji no lo encontrara. Porque si lo hacía, todo cambiaría.

Y él no estaba listo para eso.

Xue Yang hizo otra reverencia burlona antes de dirigirse hacia la puerta. Pero antes de salir, se detuvo y miró por encima de su hombro.

—Por cierto, Joven Maestro Nie —dijo, su voz cargada de diversión—. Deberías tener cuidado con tus expresiones. Casi parecía que no querías que encontrara a Hanguang-jun.

Antes de que Huaisang pudiera responder, Xue Yang ya había desaparecido, dejando tras de sí solo el eco de su risa burlona.

Huaisang dejó que el silencio volviera a llenar el patio, pero esta vez no era un silencio tranquilo. Algo había despertado dentro de él. Era un sentimiento que había estado evitando, algo que había intentado enterrar bajo las capas de su plan. Pero ahora, con la mención de Wei Wuxian, todo ese autocontrol parecía desmoronarse lentamente, como el agua que desborda de un jarrón agrietado.

Bajo la sombra de las flores, NieXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora