Capítulo VI

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Al llegar a casa decidí ir a la cocina a decirle a Luisa que me preparara una merienda rápida, estaba muriendo del hambre. Noto desde el pasillo como alguien golpea la puerta, pero no le doy importancia alguna

-Buenos días señorita-me saluda Luisa con una sonrisa -¿Qué podría ofrecerle?

-Buen día nana, necesito merendar algo urgente, muero de hambre -le dije

Ella rápidamente asintió y se puso manos a la obra, la dejé en sus cosas y bajé a curiosear. Bajando las escaleras me encontré a mis padres con un buen semblante. Parecían felices por algo en específico, papá llevaba un sobre abierto así que me acerqué

-Oh Freya, ven mira esto -dice mi madre a punto de llorar de la felicidad

-¿Qué ocurre? -pregunté

Papá era el que más feliz se mostraba, estaba moviendo frenéticamente su rodilla (lo hacia cuando estaba feliz)

-Los reyes nos han invitado dentro de dos semanas al castillo para invertir en nuestra fábrica -dice

Los cielos se iluminaron para mí, eso significa que ya no tendría que casarme con Lord Henry Ashford. Mi padre sostenía la carta con las manos temblorosas y una sonrisa le salió involuntaria. El color dorado del sello real brillaba en contraste a la luz matutina. Mi padre me explicó que se trataba de una cena donde hablarían con nosotros sobre negocios, es decir, invertir en la fábrica. La familia de mi padre siempre había tenido esa fábrica, la heredaron de un antepasado y fue pasando de generación en generación hasta que muy pronto se convirtió en el negocio familiar. Gozaba de una prosperidad increíble, pero en este año no había logrado muchas ventas, lo que logró la decadencia. El negocio propuesto por los reyes debía ser muy bueno, muy pocas personas tienen el privilegio de ver con sus propios ojos el interior del flamante castillo de Wisperdale

-¿Eso significa que no tendré que casarme con Ashford?-pregunté con la esperanza reflejada en mis ojos

-No hija, si todo sale bien no tendrás que casarte con nadie que no quieras -respondió mi madre

La emoción estaba latente en mi interior, es como si se hubiese cumplido el milagro que tanto anhelaba cada día, como si mis plegarias hubiesen sido escuchadas. Ashford al fin y al cabo no era mal chico, pero tampoco era lo que quería para mí, para mi futuro, simplemente no me veía pasando el resto de mis días a su lado. No sería feliz

-¿Prefiere merendar en la terraza o en el comedor?-me preguntó Luisa

-En la terraza mejor, estoy muy feliz hoy-dije con una sonrisa gigante

Luisa también se alegró por mí, tampoco estaba de acuerdo en que me obligaran a casarme, siempre fue para mí como una segunda madre.
Me dirigí a la terraza y comencé a merendar en silencio, solo escuchaba el trino de los pájaros que danzaban ligeros por los aires, escuchaba el relajante sonido de las hojas de los árboles siendo batidas por el viento y la suave brisa que corría lograba despeinarme. Estaba respirando por fin la paz, al fin podía venir a sentarme a la terraza sin mil preocupaciones rondando mi mente. Mi mirada se quedó perdida en el bosque y pronto a mi mente llegó aquel chico del otro día, pensé en arriesgarme y adentrarme de nuevo en el bosque para intentar volverlo a ver, pero el sentido común nubló mis intentos, sabía que era una locura entrar sola otra vez al corazón del bosque. Está vez podría no correr con suerte y lograr que otra flecha me atravesara el cráneo o algo peor.

Me lo pensé mucho, pero las ganas de volverlo a ver eran más fuertes. Así que fui al corral de Angus y le entregué cuatro cubos de azúcar, pobre de mi caballo, debía estar cansado de mí a estás alturas. Cabalgamos juntos cada colina que quedaba antes del bosque, avanzamos rápidamente, tanto que sentí como mi cabello revoloteaba en mi espalda. Cuando estuvimos en frente del bosque me quedé un rato valorando si era prudente adentrarme más allá del límite o si lo más sensato sería quedarme aquí y regresar a casa, pero yo no era una cobarde y siempre obtenía lo que quería, así que ignoré a mi cerebro y comencé a escuchar a mi corazón, me armé de valentía y entré a toda velocidad hasta que quedé en el mismo punto en donde la flecha aquella casi me lastima.

El encanto de Wisperdale Donde viven las historias. Descúbrelo ahora