Los nervios me estaban atacando cruelmente, mi corazón acelerado aguardaba pacientemente. Ya han pasado alrededor de unas dos horas y yo seguía sentada en el salón esperando la llegada de Edward.
-¿Esperas a alguien cariño?-preguntó mi madre
-Sí-afirmé
Ella sonrió pero entendió que necesitaba un rato a solas para lidiar con el manojo de emociones que se apoderaban de mi ser, así que se perdió en los inmensos escalones y supuse que se encerraría en su habitación como cada día a esta hora.
Lo que eran dos horas, pronto se convirtieron en tres y luego el interior del gran salón de la mansión se tornó vacío. La esperanza de que Edward viniese se iba esfumando conforme avanzaban los minutos. El silencio hacía eco en mis oídos y solo se escuchaba el desesperante tic-tac del reloj de péndulo, tal como un latido de corazón agonizante. Allí, sentada frente al gran ventanal que reflejaba hacia el interior la tenue luz de la luna, me hallaba yo, con la vista fija en la puerta esperando que la madera crujiera ante algún toque. Mi vestido de encajes color crema se encontraba apagado por la sombra de la decepción.
En el fondo yo ya sabía que no vendría, pero un pequeño rayo de esperanza era lo que me mantenía ahí, esperando. Me sobresaltaba con cada carruaje que escuchaba pasar por las empedradas calles, el sonido despertaba en mí una efímera ilusión que pronto se desvanecía. Apoyé mi cabeza en uno de los cojines y perdí la noción del tiempo
-Freya, despierta querida
Siento como alguien me susurra y me sacude con suavidad. Me tomó unos segundos percatarme de que me había quedado totalmente dormida en el sofá. Luisa se encontraba agachada a mi lado y su mano acariciaba mi cabello
-¿Qué hora es?-pregunté desconcertada
-Son las dos de la mañana
La decepción era lo único que había dentro de mí, Edward me había dejado plantada en mi propia casa. Me sentía patética al esperar por él como una chica tonta
-Gracias Luisa, vamos a dormir-dije caminando hacia las escaleras
-No te desanimes mi niña, quizá existe una explicación para todo esto -trató de animarme
Solo me limité a sonreírle.
-Hasta mañana -le dije-Descansa nana
-Nos vemos cielo
*****
La mañana de este lunes prometía un día precioso. El cielo tomó colores mágicos con la llegada del amanecer, tonos púrpuras y azules adornaban el diurno lienzo gigante donde luego se alzaría el sol majestuoso. La claridad que se filtraba por mi ventana fue lo que logró despertarme. Me estiré sobre la cama y me preparé para comenzar mi día con la mejor actitud, no iba a permitir que el suceso de anoche me perturbara o apagara mi energía. Me propuse no pensar en eso en todo el día, hoy más que nunca mi familia necesitaba de mi apoyo
Mi padre desde ayer no cabía dentro de sí mismo de tanta felicidad. La esperanza de toda la familia estaba depositada en el día de hoy, en lo que lograríamos con este negocio con los reyes, por eso no me permito a mi misma arruinar el día con mis pensamientos negativos.
Me detuve delante de mi extenso armario para determinar cuál sería la prenda perfecta para hoy, debíamos mostrar la mejor imagen ante los reyes.Me decidí por un majestuoso vestido ligeramente dorado, el corsé estaba adornado por perlas y encajes preciosos. Tenía unas delicadas mangas que caían más abajo de mis hombros como dos cascadas de tela. La falda era abierta a partir de mi cintura y estaba adornada por otra espesa capa de encaje tupido. Amaba este vestido, siempre dije que lo estrenaría en una ocasión muy especial y lo cumplí.
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El encanto de Wisperdale
Teen FictionWisperdale es un reino lejano gobernado sabiamente por sus monarcas. Estaba en el medio de la nada, solamente rodeado por un calmado mar. Los pueblerinos solían decir que era un reino mágico porque en el centro del bosque había un acantilado y una a...