Capítulo VII

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Cuando desperté esa mañana fui sorprendida por un cielo, plomizo y denso tal como una cortina de terciopelo, se desgarraba en tiras de gris.  El viento, un susurro gélido que se colaba por las rendijas de las ventanas, traía consigo el aroma a tierra mojada ya carbón humeante. Al parecer hoy sería un día lluvioso , un día que impregnaba el reino de una melancolía espesa, de un silencio opresivo roto únicamente por el rítmico golpeteo de las gotas de lluvia sobre los adoquines.

La luz de mi habitación era tenue y la temperatura ascendió sutilmente. A mí en particular me encantaban los días lluviosos y lúgubres, me brindaban paz. Como no tendría nada provechoso que hacer, decidí escribirle la dichosa carta a Lord Ashford, al fin y al cabo de debía una explicación por mi ausencia repentina después de haberle dicho que pasearíamos.

Lord Ashford:

Espero que me excuse por mi ausencia la tarde de ayer, me mantuve ocupada. También olvidé por completo que usted me visitaría para pasear. Quisiera enmendar mi error ya que soy una dama de palabra, puede venir hoy sin falta. Prometo que esta vez sí que daremos ese paseo. Con cariño

Freya Cavendish

Doblé el liso y blanco papel a la perfección, colocándolo en el interior del sobre al cual le puse el sello de mi familia, lo reconocerá de inmediato.

Cogí mi paraguas y caminé hasta la posición de Frederick para entregarle la carta, él se encargaría de hacérsela llegar a Henry Ashford. Cuando se la entregué, de inmediato se subió en el carruaje y arrancó su viaje hacia la ostentosa mansión para entregarle la carta personalmente, pues mis cartas personales jamás las he dejado en el correo, no confío en nadie más que Frederick para esa tarea.

Cuando volví a subir, me quedé un largo rato observando la densa lluvia caer desde mi ventana, ofrecía una vista excelente, al menos para mí. Todo a mi alrededor tomó un tono grisáceo opaco, los árboles estaban empapados y se movían debido al fuerte viento. Simplemente me limité a esperar a que la lluvia pasara sentada con la vista al frente, embelesada por completo.

Pasé un rato largo sentada ahí, viendo la lluvia caer desde mi ventanal. El fuerte sonido que seguía tamborileando contra los cristales de la ventana era la única melodía que resonaba en mi habitación. Cada gota de agua se deslizaba por los cristales, haciéndome perder la concentración. En el fondo esperaba que la lluvia se extendiera toda la tarde pues no deseaba salir a pasear con Ashford, si lo hacía era por un compromiso con mis padres, pero en realidad no me gustaba tener que acceder a estos espontáneos paseos que no me desagradan pero tampoco me gustan.

En mi mente se desenterró el recuerdo de la breve comversación con mi madre ayer, sobre lo de casarme con Ashford de todas maneras, aunque saliera bien el negocio de papá con los reyes. Me atormentaba que ellos aún siguieran aferrados a las tradiciones y al pragmatismo de la alta sociedad, todo porque su familia tenía una posición económica sólida y pertenece a las altas casas del reino. Él sin embargo, no me desagrada, a veces sí, pero no todo el tiempo. Yo no estaba enamorada de él, nada me atraía lo suficiente, me parecía como la mayoría de los caballeros. Pero en cambio, Edward me mantenía todo el tiempo atraída a él, a pesar de su pizca de arrogancia me parecía interesante, no lo conocía bien aún, pero sé que me llegaría a gustar. Eran totalmente diferentes mis sentimientos por ambos.

Un escalofrío me recorrió, no por la ligera frialdad que hacía debido al clima, sino por los pensamientos que rondaban mi cabeza. ¿Acaso no tenía ni voz ni voto sobre mi vida? Claro que sí, por eso este sería el último paseo con Lord Ashford y mis padres tendrán que entenderlo.

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