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No se nada de medicina, pero trate de investigar un poco y ayudarme de gpt, espero que no esté tan mal 🥺

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Los gritos de ayuda se convinaban con el aire, ruegos de piedad son los más comunes de escuchar junto con los llantos y los nombres de quienes ya no están.

El aroma a pólvora y descomposición cala el olfato, es algo difícil de olvidar, un aroma a muerte y desesperación.

-Solo quiero ir a casa- Un soldado en la trinchera temblaba, estaba prácticamente solo, no podía distinguir la hora pues el cielo estaba lleno de ceniza, la luz del fuego jamás se extingia.

Temblaba, solo podía abrazar su rifle, no sabía que hacer, tenía 15 años cuando el ejército lo reclutó, era solo un crío, la guerra se oía como una aventura emocionante, la propaganda que el gobierno esparcía era así, solo un juego, ellos deverian ser los fuertes.

-Lo lamento- el susurró tenue de su mejor amigo estaba casi extinto, lo había acostado sobre sus piernas para poder moverse si era necesario, ambos chicos no sobrepasaban los 17 años.

Los ojos marrones se cerraban poco a poco, perdiendo su brillo característico, no quería perderlo, era lo último que tenía.

Se armó de valor, dejo su rifle a un lado cargando a su amigo y preparándose para correr hacia el fuego enemigo, sabía que esto podía acabar con ambos muertos, pero también, se decía que aquellos tipos, tenían a dos tipos capaces de resucitar a los muertos.

-Todo va a estar bien, no me dejes, no mueras aún, te voy a salvar o moriré junto a ti- entro rompiendo parte de la tienda médica, algo que al médico en curso no pareció agradarle, levantándose para patearlo una y otra vez, ya a visto demasiadas veces ese truco.

Un humano bomba y la falsa desesperación.

-Por favor, salvalo, por favor- Ante las súplicas del chico, el peliblanco simplemente lo continuo pateando, los soldados presentes solo bajaron la cabeza.

-¿Porque deveria apiadarme de ti?- El ojinergro sonreía incrédulo, como si lo que dijo el chico de alguna manera fuera divertido.

-Por favor-

-¿Pretendes estallar al tipo cuando esté en plena cirugía, o es que no sabes que más hacer para ganar?-

-Ya no quiero pelear, por favor, por favor-

El doctor chasqueo la lengua, era claro que el tipo en sus brazos ya estaba muerto, no perdería el tiempo en él.

-Espera Shirokuma-ya- Un chico pelinegro con una tela, tal vez azul, cubierta de sangre salió entre las cortinas, las miradas se dirigieron a él, los fríos ojos negros se encontraron con los locos ojos dorados.

-Necesito un corazón-

Ambos sonrieron, mientras la cara del chico se desfiguraba en pánico, los demás soldados simplemente se taparon los oídos, cerraron los ojos para no oír las súplicas y gritos, algunos oraron por ambos.

Tres años después

El hospital militar era un lugar frío, incluso en los días más calurosos del verano. Los pasillos grises y las luces fluorescentes proyectaban una sensación aséptica, casi artificial. Cada rincón estaba impregnado de una atmósfera de urgencia, donde la vida pendía de un hilo y la muerte aguardaba pacientemente, como un familiar más en la sala de espera.

La luz fría del quirófano reflejaba su intensidad en los instrumentos quirúrgicos, todos dispuestos con precisión milimétrica sobre la mesa de acero. Los monitores pitaban, anunciando la debilidad de un soldado gravemente herido. Sus órganos colapsaban uno tras otro, pero nadie en la sala parecía dudar del resultado final. Porque él estaba allí.

Ojos grisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora