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La atmósfera dentro del Baratie se había vuelto cada vez más tensa con la respuesta de Trafalgar, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. Sanji, Zoro, y Zeff se miraron entre ellos, leyendo el miedo en los ojos de los demás, "Serán el regalo para alguien mucho más importante que yo". Esa respuesta era aterradora. Sabían que estaban jugando con fuego, pero ninguno de ellos estaba dispuesto a dejarse intimidar por Trafalgar D. Water Law, sin importar su reputación.

Zeff fue el primero en romper el silencio, su voz grave y cargada de experiencia.

—No sé qué es lo que buscas, ni qué clase de juego estás jugando, pero si crees que vamos a cooperar contigo después de tus amenazas, estás muy equivocado—. La mano del viejo chef temblaba ligeramente, pero su mirada permanecía firme. Él había lidiado con monstruos antes y no iba a permitir que este hombre arrastrara a sus hijos a una trampa.

Sanji y Zoro asintieron casi al unísono. Aunque la promesa de respuestas sobre el destino de Ace, Sabo, y Luffy era tentadora, no confiaban en alguien como él cirujano de la muerte. Además, la forma en que hablaba, como si tuviera todo bajo control, como si ellos fueran simples piezas en su tablero, era inaceptable.

—No vamos a ser parte de esto, sea lo que sea— gruñó Zoro, sus ojos afilados como cuchillas, mientras su mano se deslizaba hacia la empuñadura de su espada. —Si tienes algo que decirnos, dilo ahora. Pero si piensas que vamos a seguir tus órdenes solo porque lo dices, te has equivocado de personas—.

Sanji, aunque algo más diplomático que Zoro, no pudo evitar mostrar su frustración.

—Este no es un juego, ¿entiendes? No nos vas a manipular como marionetas. Si tienes respuestas, dánoslas. Pero si no... será mejor que te largues—.

Los tres hombres estaban de acuerdo en algo: no había ninguna posibilidad de que cooperaran con Trafalgar Law bajo sus condiciones.

Law, por su parte, permaneció en silencio unos momentos, estudiando sus expresiones. Su rostro no mostró ninguna reacción visible, pero internamente, ya había tomado su decisión. Les había ofrecido una salida fácil, una forma de resolver todo sin conflicto. Pero si no querían jugar por las buenas, entonces las cosas tomarían un giro diferente.

—Intente ser amable, es una lástima que hayan decidido esto— dijo con calma, cruzando los brazos. —No era mi intención hacer esto de forma complicada, pero si no pueden ver el valor de mi propuesta... tendré que proceder de otra manera—.

Antes de que alguno de los tres pudiera reaccionar, Law hizo un ademán con la mano. El movimiento fue pequeño, casi despreocupado, pero su significado fue claro.

Al instante, Bepo, Shachi, y Penguin, que habían estado esperando el desenlace, dispararon las sogas automáticas. La sincronización fue perfecta, como si hubieran ensayado cada detalle. Antes de que Sanji, Zoro, o Zeff tuvieran la oportunidad de sacar sus armas o defenderse, los tres fueron lanzados al suelo con una soga automática que los envolvió en un movimiento fluido y eficiente.

Zeff intentó resistirse, pero la fuerza de los miembros de los Heart era impresionante. Sanji luchó, intentando desatar las cuerdas con sus patadas, pero Shachi fue más rápido, bloqueando cada uno de sus movimientos con precisión letal, como un enemigo más en el campo de batalla. Zoro, enfurecido, intentó sacar su espada, pero Penguin ya estaba sobre él, inmovilizándolo antes de que pudiera siquiera tocarla.

—¡Maldito! —gruñó Zoro, mientras luchaba por liberarse y defender a su hermano y padre.

Law miró la escena con frialdad, su expresión tranquila mientras sus subordinados realizaban su trabajo con precisión. Él ya no estaba interesado en discutir ni negociar. Había dado una opción y ellos la habían rechazado. Ahora, el plan B estaba en marcha.

—No tengo tiempo para discusiones innecesarias— dijo con indiferencia mientras caminaba, dejando que su equipo arrastrará a los tres a la camioneta que Ikkaku manejaba, estacionada justo afuera del restaurante. —Deberían haber aceptado mi oferta, era un juego divertido. Ahora tendrán que venir conmigo, les guste o no—.

Sanji, aún luchando, gritó mientras era arrastrado hacia la camioneta.

—¡Maldito bastardo! ¡No te vas a salir con la tuya!—

Law simplemente le lanzó una mirada de reojo, sin molestarse en responder, ordenó a sus hombres que lo amordazaran. Ace era lo único que importaba. Si estos tres hombres no entendían la gravedad de la situación, él se encargaría de hacerles ver las cosas a su manera.

Con un movimiento fluido, Law se dirigió hacia la camioneta, donde Ikkaku ya estaba en el asiento del conductor, lista para partir. Se subió al asiento del copiloto y, sin mirar atrás, dio la orden.

—Llévanos al siguiente destino—.

La camioneta rugió mientras arrancaba, dejando el Baratie atrás. Law, con los brazos cruzados y la mirada fija en el horizonte, sabía que esto era solo el principio. Ace finalmente tendría su reencuentro, y él haría cualquier cosa para asegurarse de que todo saliera según lo planeado. No importaba cuántas cuerdas tuviera que cortar o cuántas cabezas rodaran en el camino.

[...]

La camioneta avanzaba a toda velocidad por la autopista, el zumbido del motor llenando el silencio tenso en su interior. Zoro , Sanji y Zeff estaban sentados en el suelo del vehículo, sus manos bien atadas al cuerpo, todo gracias a la cuerda automática, incapaces de moverse libremente. Ninguno de los tres podía evitar sentir una creciente sensación de incomodidad y miedo.

Zoro , por más que odiara admitirlo, estaba asustado. Había enfrentado a muchos adversarios antes, pero nunca había sentido algo como esto. Law no era solo un enemigo más; su presencia, su frialdad y su forma de controlar la situación eran diferentes. No sabía qué quería de ellos, ni a dónde los estaban llevando. El silencio del cirujano en el asiento delantero solo intensificaba la tensión.

— ¿Dónde diablos nos llevas? —gruñó Zoro , rompiendo finalmente el incómodo silencio.

Law no respondió de inmediato. Su mirada seguía fija en el horizonte, imperturbable. El chirrido de los neumáticos al tomar una curva fue lo único que rompió la quietud antes de que finalmente hablara.

—Van a descubrirlo cuando lleguemos—. Su voz era baja y controlada, pero no ofrecía ninguna pista sobre lo que estaba por venir.

Sanji estaba sentado a su lado, sus ojos azules llenos de furia y miedo a la vez, no dejaría que lastimen a su hermano pequeño. Había intentado deshacerse de las ataduras y la mordaza sin éxito. Lo que más le irritaba era la falta de claridad. ¿Por qué no les decían qué querían de ellos? ¿Por qué todo era tan misterioso?

—Mira, ya basta con este maldito juego. Si querías respuestas o ayuda, podrías habernos pedido sin...— Zeff hizo un gesto de frustración hacia sus hijos — esto—.

—Lo intente— fue todo lo que dijo.

—Hijo de— Zoro intento responder.

Law se volvió ignorarlo, pero esta vez, haciendo un ademán a Bepo, que estaba sentado junto a Shachi y Penguin en la parte trasera del vehículo, amordazado al peliverde con una sonrisa ligera, aunque su tono fue algo forzado.

—No es personal. Solo estamos siguiendo órdenes, y créanme, lo hacemos por una buena razón. Esto terminará mejor de lo que piensan—. Su intento de tranquilizarlos fue en vano, pues ninguno de los tres secuestrados parecía más calmado, mucho menos ahora que dos de ellos no podían hablar.

Ojos grisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora