Seungmin. [XI.]

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Mi mente estaba completamente nublada, lo único que parecía importarme era devolversela, y devolvérsela a lo grande. En aquel instante no podía pensar en otra cosa que no fuera la boca de Seo Changbin unida asquerosamente a la de Yang. Solo de imaginármelo me entraban ganas de vomitar, solo de pensarlo mi mente lo veía todo rojo; nublada, ciega, ciega por el intenso sentimiento del dolor.
Estaba en mi habitación, desnudándome mientras al otro lado de la pared un chico que había conocido hacía apenas dos días esperaba pacientemente sentado en mi cama a que terminara de cambiarme de ropa. No podía ir a aquellas carreras con un simple short y una camiseta. Me quité absolutamente todo y me puse unos pantalones pegados, una blusa blanca escotada por la parte del cuello y obviamente mis converse rojos. Me fui quitando lo más rápido posible aquellas horribles horquillas que me daban dolor de cabeza y me dejé el fleco suelto.

En mi mente solo se dibujaba una imagen: yo enrollándome con el chico más guapo y bueno del lugar. De esa forma me sentiría satisfecho, me sentiría menos utilizado, menos engañado y, sobre todo, menos idiota, aun que en el fondo de mi alma supiera que nada de aquello podría borrar la realidad: estaba completamente destrozado y apenas podía mantener unidos los cachitos en los que se había roto mi corazón.
¿Le habría contado Jeongin a Changbin todas las cosas que le había confesado...? ¿Se habrían estado riendo de mí mientras yo intentaba dar lo máximo en mi primera y única relación? ¿Lo tenían planeado?
Respiré hondo intentando acallar todos aquellos sentimientos y pensamientos dolorosos.
Salí de mi vestidor y comprobé qué efecto tenía mi aspecto en Minho, el chico que al verme se le agrandaron los ojos de admiración.

-Estás lindo -me dijo con una sonrisa divertida y se la devolví sin mucho entusiasmo. Aquella noche no estaba para cumplidos tontos ni para nada que se le pareciera.
-Gracias -le contesté al mismo tiempo que cogía mi teléfono de la cama y me encaminaba hacia la puerta-. ¿Vamos?
Minho se puso de pie y me dirigió una mirada divertida cuando salíamos de mi habitación.

Media hora más tarde, Minho se desvió por una carretera secundaria rodeada de campos secos y arena roja y anaranjada. A medida que nos íbamos alejando más y más comencé a dejar de oír los coches de la autopista para oir en su lugar una música repetitiva y cada vez más fuerte.
-¿Has estado alguna vez en algo como esto? -me pregunto Minho, que conducía con una mano en el volante y la otra apoyada en mi asiento, peligrosamente cerca de mi pierna.
-He estado en bastantes carreras, sí - le respondí en tono un poco antipático.
Él me observó unos instantes y luego volvió a fijarse en la carretera. Entonces pude ver a lo lejos a un montón de gente y unas luces como de neón alumbrando una zona desierta repleta de coches aparcados de cualquier manera.
La música era ensordecedora, y cuando llegamos, vi a gente de entre veinte y treinta años bebiendo, bailando y comportándose como si esa fuese la última fiesta de sus vidas.
El rubio detuvo el coche en un sitio bastante cerca de donde la mayoría de la gente se encontraba y se bajó de él esperando que yo hiciese lo mismo. Lo hice, sin dejar de observar fijamente lo que me rodeaba. -¡Dónde me has traído?-no pude evitar preguntarle a mi acompañante. Este, a mi lado, soltó una carcajada.

-No te preocupes, estos son espectadores, los que importan aquí son aquellos de allí -dijo señalando hacia la izquierda, a un gran grupo de chicos y chicas que se recostaban contra los capós de unos coches impresionantes, tuneados de mil formas y de cuyos maleteros surgía una música igual de horrible que la que atronaba donde yo estaba.

-No sé si sabes lo que venimos a hacer aquí, pero en estas cosas siempre hay bandas y grupos. Tu hermano es el líder de una y hoy es muy importante para todos que gane las carreras contra Jeon Jungkook-me iba informando Minho mientras nos íbamos acercando hacia donde estaban los grupos con autos caros.
¿Chris era el líder de una banda? Aquello era de lo más inesperado, pero no me sorprendía. Con lo poco que sabía de él me cuadraba que estuviera metido en algo así. Era violento, duro y atemorizador, y todo ello lo escondía con una facilidad; por el amor de Dios!, era un niño rico, y en su mundo estas cosas no pasaban... ¿Qué hacía un chico cuyo padre era uno de los abogados más importantes del país formando parte de algo tan bajo como una banda como la que estaba viendo en aquel instante?
Minho se detuvo junto a unos chicos cuyas pintas podían hacer que tuvieras pesadillas durante un mes entero. Tenían tatuajes en los brazos, vestían con ropa holgada y de paso todos eran alfas. Las chicas que había junto a ellos vestían también de una forma muy provocativa, pero no tanto como las que había visto donde habíamos aparcado el auto.
Minho fue directo hacia ellos y, como amigos de toda la vida, comenzaron a chocarse los puños, a golpearse amistosamente y a reirse. Me sorprendió ver aquella camaradería entre ellos, ya que vistos desde fuera inspiraban verdadero pavor. Otra de las cosas que los caracterizaban era que todos llevaban atados a los antebrazos, las muñecas o en el pelo unas cintas de color rojo llamativo.
Comprendí entonces que todos eran miembros de la misma banda, la banda de Chan en concreto.
En cuanto terminaron de saludarse entre ellos los chicos se fijaron en mí.
-¿Quién es el niño bueno? -gritó uno y todos rieron observándome atentamente. La gente no paraba de llegar, iba y venía de un lado a otro... pero los allí reunidos no apartaban las miradas de mí.

ChanMin |Culpa mía|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora