Christopher. [XVI.]

235 22 4
                                    

Ardía por dentro.

En todos los sentidos posibles de la palabra, estaba ardiendo.

Hacía una semana que no había dejado de pensar en el beso que nos dimos en las carreras y eso me había puesto cada vez de peor humor.

Verlo allí en mi casa restregándome lo que no podía tener era algo que no podía soportar.

Aquella noche estuvo increíble, y no podía quitar mis ojos de su cuerpo.

De sus piernas, de su cintura, de su pelo increíblemente brillante... pero lo que no podía aguantar era que bailara delante de mis narices con mis amigos y ver cómo todos se la comían con los ojos.

Ya había tenido que soportar cómo varios de ellos decían obscenidades refiriéndose a el y me sorprendía lo mucho que me afectaba, puesto que yo era de los primeros en decir ese tipo de cosas cuando aparecía un omega, pero ¿hablar así de Seungmin? Simplemente era algo que me enloquecía.

Cuando lo vi con mi teléfono y me fijé en las fotos que le estaban mandando sentí un poco de pena por el, y rabia hacia quien fuera, incluyendo a ese exnovio suyo, pero lo que claramente no había planeado era llevarlo al despacho de mi padre y enrollarme con el.

Estaba claro que llevaba varias copas de más y no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que no se encendió la luz y lo vi claramente.


Sus mejillas estaban sonrosadas y sus labios, hinchados por mis besos... Joder,
solo con pensarlo me daban ganas de ir en su busca otra vez.

Sin embargo, no podía hacer eso, no con el: era mi hermanastro, por el amor de Dios, el mismo hermanastro que había puesto mi mundo patas arriba y el mismo que había hecho que perdiera mi coche.

Me quité aquellos pensamientos de mi cabeza y salí al jardín.

Iba a permanecer alejado de el, no podía acostarme con alguien que vivía en mi casa, alguien que vería todos los días y aún menos con alguien que era hijo de la persona que había ocupado el lugar de mi madre, un lugar que hacía muchísimo tiempo había descartado de mi vida.

Me quedé fuera hasta que la mayoría empezó a marcharse, dejando a su paso un completo desastre, con vasos de plástico tirados por el césped, botellas de cerveza... y un sinfín de cosas.

Frustrado, me encaminé en dirección a la puerta de la cocina no sin antes fijarme en los que quedaban por allí.

Entre los pocos rezagados estaban Félix y Hyunjin.

El rubio estaba sentado sobre su regazo mientras se besaban con cariño, riéndose por el toque del otro.

Por poco no vomito por el camino.

Quién me iba a decir que esos dos iban a acabar así.

Hyunjin era como yo, le encantaban los omegas, las fiestas, las carreras, la droga... y ahora se había convertido en el perrito faldero de un niño como Félix.

Los omegas solo servían para una cosa, todo lo demás acarreaba problemas, ya lo había comprobado en mis propias carnes.


-¡Eh, Chan! -me gritó el pelirrojo haciéndome girar-. Mañana hay barbacoa en casa de Jay, ¿te veo allí?-

«Barbacoa en casa de Jay»: eso solo significaba fiesta hasta la madrugada, muchas chicas buenas y buena música... pero yo ya tenía planes para el día siguiente, unos planes que quedaban a más de seis horas de distancia y que adoraba y odiaba al unísono.

Me volví hacia él.

-Mañana me voy a Canberra -le anuncié mirándolo con cara de circunstancias.

ChanMin |Culpa mía|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora