𝟏𝟎;

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El caos en la oficina

Lucifer salió de la oficina de Alastor, todavía con la mente en las amenazas y los peligros que se cernían sobre él. La interacción con Alastor había sido intensa, y aunque su relación comenzaba a tomar un rumbo inesperado, la preocupación por Vox seguía pesando. Sabía que la situación no se resolvería fácilmente, y aunque Alastor parecía aliviado de estar a su lado, Lucifer no podía dejar de pensar en los riesgos.

Caminó por los pasillos de su edificio, su mente dividida entre los problemas del trabajo y el pensamiento de su hija, Charlie. A pesar de todo, ella siempre lograba hacerle olvidar, aunque fuera por un breve instante, las preocupaciones que lo atormentaban. Tenía que recogerla en el colegio. Emily, su hermana y una beta siempre dispuesta a ayudar, lo estaba cubriendo hoy, pero sabía que Charlie querría verlo.

Emily era su hermana favorita, una figura constante en su vida y la niñera de Charlie desde que Lilith, su madre y esposa sumisa, los abandonó cuando Charlie tenía apenas un año. Aunque la herida que Lilith dejó aún estaba fresca, Charlie, con su cabello rubio y ojos azules, era lo único que le recordaba a Lucifer que valía la pena seguir adelante.

El reencuentro con Charlie

Cuando Lucifer llegó al colegio, encontró a Emily jugando con Charlie en el patio. La niña corría por el césped, su risa llenando el aire con una energía que parecía capaz de disipar cualquier nube oscura.

—¡Papá! —gritó Charlie, al verlo desde lejos. De inmediato, corrió hacia él con los brazos abiertos, saltando de alegría.

Lucifer se agachó para recibirla, levantándola en sus brazos. A pesar de ser un alfa, que normalmente proyectaba una fuerza imponente, con Charlie siempre bajaba sus defensas. Ella era su punto débil, el único ser en el mundo que podía calmar su naturaleza intensa y dominante.

—Hola, manzanita —dijo, abrazándola fuerte, mientras sentía cómo la calidez de su hija llenaba el vacío en su pecho—. ¿Qué tal te fue hoy?

—¡Muy bien! —exclamó Charlie con una sonrisa resplandeciente—. ¡Hice un dibujo en la escuela! Es para ti.

Emily se acercó, sonriendo al ver la alegría de su sobrina.

—No quiso soltar ese dibujo desde que lo hizo —dijo Emily, dándole un suave golpe en el brazo a su hermano—. Está hecho especialmente para ti.

Lucifer tomó el dibujo que Charlie le tendía, una imagen colorida y llena de figuras infantiles que, para él, era más valiosa que cualquier otra cosa en su vida. Su corazón se llenó de ternura.

—Es hermoso, Charlie. Lo pondré en mi oficina para que todos lo vean.

Charlie sonrió, feliz de haber hecho sentir a su padre orgulloso. Luego, abrazó su cuello, apoyando la cabeza en su hombro mientras se relajaba en sus brazos. Ese momento de tranquilidad con su hija era justo lo que Lucifer necesitaba para recargar energías. Ella era la única que lograba devolverle algo de paz en medio de la tormenta.

El peso de la responsabilidad

Mientras caminaban hacia el coche, Emily, siempre observadora, notó el cansancio en los ojos de su hermano.

—¿Todo bien? —preguntó mientras Charlie jugueteaba con los mechones de cabello de su padre—. Has estado más callado de lo normal.

Lucifer suspiró, acomodando mejor a Charlie en sus brazos.

—Es solo el trabajo —respondió, intentando sonar despreocupado, pero Emily lo conocía demasiado bien.

—¿Es por Alastor? —insistió Emily, con una mirada penetrante.

Lucifer asintió, sabiendo que no podía ocultarle nada a su hermana.

—Hay demasiadas cosas pasando. Vox no dejará de buscarlo, y eso nos pone a todos en riesgo. Pero no puedo darle la espalda a Alastor, no después de lo que ha pasado.

Emily asintió en silencio. Como beta, ella comprendía muy bien la complejidad de las relaciones entre alfas y omegas. Sabía que Lucifer sentía la necesidad de proteger, de mantener el control, pero también entendía que esa carga era pesada.

—No tienes que hacerlo solo —dijo suavemente—. Estamos aquí para ti, Charlie y yo.

Lucifer le lanzó una mirada agradecida. Sabía que, sin Emily, no habría podido manejar tantas cosas al mismo tiempo. Ella no solo era una ayuda con Charlie, sino también su mayor apoyo emocional, alguien que lo mantenía centrado cuando todo lo demás parecía derrumbarse.

Un momento de paz

Esa noche, después de la cena, Lucifer se quedó en la habitación de Charlie mientras la acostaba. Emily había preparado una pequeña historia para leerle antes de dormir, pero la niña, agotada por el día, ya estaba cerrando los ojos. Lucifer se sentó junto a la cama de su hija, acariciando su cabello dorado mientras la veía dormirse lentamente.

En esos momentos, el mundo parecía detenerse. No había Vox, no había Alastor, no había amenazas. Solo Charlie, respirando suavemente, segura bajo la protección de su padre. Y aunque Lucifer sabía que el caos inevitablemente volvería a tocar su puerta, mientras estuviera con su hija, podía encontrar algo de consuelo.

Emily entró silenciosamente en la habitación, viendo cómo su hermano observaba a Charlie.

—Ella te adora, ¿sabes? —dijo Emily, sonriendo suavemente.

—Yo también la adoro —murmuró Lucifer, casi en un susurro—. Ella es lo único que me mantiene en pie.

Emily asintió y salió de la habitación, dejándolos solos. Lucifer se quedó unos minutos más, asegurándose de que Charlie estuviera completamente dormida antes de levantarse.

Esa noche, mientras salía de la habitación de su hija, la paz que había sentido poco a poco comenzó a desvanecerse, recordándole que los problemas no podían ignorarse para siempre. Pero por ahora, había encontrado un pequeño oasis en medio de la tormenta.

¡voten!

Palabras: 1020 

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