5.- When I fold, you see the best in mе

47 5 0
                                    

El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas de terciopelo de color azul claro del pequeño departamento de Maddy, proyectando suaves rayos dorados sobre las paredes blancas, llenando el espacio de una calidez acogedora. Las calles de Mónaco estaban despiertas, vibrando con el sonido de coches deportivos y las risas de turistas ansiosos por explorar. Maddy respiró hondo, disfrutando del aroma del café que flotaba en el aire mientras comenzaba su día, uno que había aprendido a apreciar profundamente desde que había dejado atrás la opulenta mansión de Joe. La vida, con su constante vaivén de oportunidades, le ofrecía un propósito renovado, un hilo de esperanza que la envolvía como una suave manta.

De repente, el familiar sonido del timbre de su teléfono rompió la tranquilidad matutina. Maddy miró la pantalla y una sonrisa iluminó su rostro al leer el mensaje de Arthur.

Arthur: "¿Preparada para el café? Te prometí un día sin sorpresas... o al menos eso intentaré."

La emoción burbujeó en su interior. Maddy se apresuró a vestirse, eligiendo una blusa de seda blanca que resaltaba sus ojos oscuros y un par de jeans que acentuaban su figura. Mientras se miraba en el espejo, se sintió un poco nerviosa; había algo especial en esos encuentros con Arthur que la hacía sentir como si cada momento contara.

"¡Buenos días, Arturito!" exclamó Maddy, al entrar al café, un pequeño rincón acogedor conocido por su aroma inconfundible de café recién hecho y sus irresistibles pasteles artesanales. Allí estaba Arthur, sentado en su mesa habitual, con una taza de café humeante frente a él. Su sonrisa iluminó la habitación.

"Hola, Madds," respondió, su expresión reflejando una mezcla de alegría y complicidad. "¿Lista para un poco de café y chisme? O, en su defecto, para un debate filosófico sobre si el chocolate o la vainilla es el mejor sabor de helado."

Maddy se rió, tomando asiento frente a él. "Obviamente, el chocolate. Aunque debo admitir que la vainilla tiene su encanto... especialmente si viene con un trozo de pastel."

"¿Y si le añadimos chispas de chocolate a la vainilla? ¡Bingo!" Arthur dijo, levantando la mano como si fuera un jurado en un concurso de pastelería.

Mientras el camarero les traía sus bebidas, comenzaron a charlar como si el mundo exterior hubiera desaparecido. Maddy siempre disfrutaba de estas conversaciones, llenas de bromas y confidencias que aliviaban cualquier preocupación.

"Entonces, ¿qué tal todo en el mundo de los carritos chocones?" preguntó Maddy, hojeando el menú con curiosidad.

"Ah, ya sabes, la misma rutina de siempre," dijo Arthur, haciendo una mueca. "Mi hermano está en un momento particularmente... complicado. Ha tenido algunas peleas con el equipo y está tratando de mantener su enfoque en la temporada. Pero, bueno, ya sabes cómo es él. Un día está en la cima del mundo y al siguiente parece que le han robado el coche."

Maddy alzó una ceja, su expresión tornándose más seria. "Sí, lo sé. ¿Cómo van las cosas entre ustedes?"

Arthur suspiró, jugando nerviosamente con la taza. "No es fácil. A veces siento que no hay forma de salir de su sombra. Es una lucha constante para encontrar mi propio lugar sin comparaciones. Como si cada vez que logro algo, la gente lo mida en relación con lo que Charles ha hecho."

"Eso suena complicado," dijo Maddy, sintiendo una punzada de empatía. Recordó su propia historia de comparación, cómo su hermana mayor, Wendy, siempre fue el orgullo de la familia por su carrera en medicina. Era desesperante ser constantemente comparada. "Pero creo que tienes mucho que ofrecer por tu cuenta. No dejes que la sombra de nadie apague tu luz, Arthur."

Arthur sonrió, agradecido, pero luego su expresión se tornó más seria. "Hablando de eso, he estado pensando en las vacaciones. ¿Te gustaría venir a Ibiza conmigo y mi familia?"

Maddy lo miró sorprendida. Ibiza sonaba tentador, pero una sensación de incomodidad la invadió al pensar en la posibilidad de encontrarse con Charles. "No estoy muy segura," dijo Maddy, frunciendo el ceño. "La idea de estar en la misma isla que Charles no me entusiasma mucho. No es como si lo conociera demasiado bien, pero..."

Arthur la miró con curiosidad. "¿Charles? ¿Aún tienes problemas con él?"

Maddy suspiró y se recostó en su silla, dejando que los recuerdos la envolvieran. El gran premio de Miami. Recordó haber ido emocionada, esperando conocer al hermano de su tan querido amigo. Pascale solía hablar maravillas de Charles, describiéndolo como alguien noble, con los pies en la tierra a pesar de su fama. Sin embargo, su primer encuentro en persona destruyó por completo esa imagen platónica que había formado.

Antes de conocerlo, Maddy había sentido una extraña curiosidad por él, por todo lo que Pascale le contaba. Había imaginado a un hombre dulce, humilde, y encantador, alguien con quien podría llegar a llevarse bien, quizás hasta sentir un gusto pasajero. Pero ese pequeño interés se fue por completo con su primera interacción.

Cuando se acercaron en Miami, Charles estaba tan sumergido en su rutina que ni siquiera reparó en ella. La confundió con una fan, le firmó la gorra sin siquiera haberselo pedido y siguió su camino sin dirigirle la mirada.

Arthur se encogió de hombros.

"Bueno, Charles estaba bastante distraído ese día, pero te prometo que no fue intencional. Y oye, Ibiza será diferente. Estará más relajado, y estoy seguro de que tendrán la oportunidad de conocerse mejor".

Maddy lo miró con escepticismo. Aunque no pudo evitar sonreír ante la forma en que Arthur intentaba hacer que todo pareciera sencillo, la verdad era que Charles le caía mal, y la inseguridad que causaba en Arthur solo empeoraba las cosas.

Maddy lo miró con escepticismo, aunque no pudo evitar sonreír ante la forma en que Arthur intentaba hacer que todo pareciera sencillo. "Mmm, lo pensaré. Pero primero, necesito ver cómo me va con mi familia," dijo, intentando evitar la mirada curiosa de Arthur. "¿Qué tal si me das un poco más de tiempo para decidir?"

Arthur asintió, comprendiendo que el tiempo y la paciencia eran necesarios. "Claro, Maddy. Tómate tu tiempo. Y mientras tanto, disfrutaré de nuestra conversación y del café. Aunque tengo que advertirte, si no decides ir a Ibiza, quizás te obligue a un viaje improvisado a la heladería más cercana para compensar."

"Trato hecho," respondió Maddy, riendo. "Pero solo si prometes que habrá chispas de chocolate."

Así, con una nueva capa de entendimiento y la promesa de resolver el dilema de las vacaciones, Maddy y Arthur continuaron disfrutando de su encuentro, sin saber que el futuro les traería sorpresas y desafíos que pondrían a prueba tanto su amistad como sus sentimientos.

labyrinth - Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora