INJUSTICIA

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Injusticia, era algo con lo que había aprendido a vivir desde que era un cachorro, su padre había sido injusto el día que no recibió un huevo de dragón como su legítimo derecho de Targaryen exigía y prefirió hacer caso omiso a la situación, la vida misma había sido injusta todos los días que había intentado domar un dragón y todos lo habían rechazado, su madre había sido injusta el día que rechazo el matrimonio de Helaena con Jacaerys y en consecuencia la oferta de Rhaenyra de darle un huevo de la próxima nidada de Syrax, los Siete habían sido injustos el día que por fin logro reclamar un dragón a cambio de pagarlo con uno de sus ojos, y por último el destino había sido cruel al presentarlo como omega el mismo día que Lucerys le masacro el rostro y a nadie más que su madre pareció importarle el hecho de que le arruino la vida.

Había aprendido que tenía que luchar por sus derechos con mucha más ferocidad y dureza que ningún otro Targaryen. Su vida estaba rodeada de sacrificio e injusticia, el segundo hijo omega de la segunda familia de Viserys I. Siempre iba en segundo lugar, siempre a la sombra de sus hermanos, nunca lo suficientemente bueno a pesar de siempre estar estudiando y entrenando más que nadie, nunca lo suficientemente bonito a pesar de mantener una forma esbelta y un cabello pulcro. Incluso aunque Aegon fuera el prodigo hijo Alfa de Alicent, siempre se esperaba que fuera él quien obedeciera y estuviera al día con sus estudios, incluso aunque Rhaenyra fuera la heredera e hija omega preferida de Viserys, era él de quien se esperaba nunca estuviera fuera de lugar y mantuviera su virtud, solo porque era la única cualidad que le quedaba.

Su madre intento por todos sus medios encontrarle un compromiso que estuviera a la altura, pero nadie quería un omega desfigurado, uno al que nadie podía mirar a la cara sin que una horrible cicatriz y una cuenca vacía les diera la bienvenida, en este punto ni siquiera un segundo hijo o un lord cualquiera de una casa vasalla estaban dispuestos a pedir su mano, ni siquiera para la escoria parecía ser suficiente, no importaba que tan letrado estuviera en comparación de Aegon o que tan clara era su mente en comparación de la soñadora Helaena, nadie lo quería como omega, nadie quería al Tuerto Aemond para calentar su cama, incluso aunque fuera un omega puro. Decir que esta situación no le hizo picar la piel de rabia y veneno sería mentir, pero incluso con situaciones así, ya se encontraba acostumbrado en encontrar el lado bueno, así fuera solo para no enloquecer.

Su madre perdió el interés y dejo de buscarle un marido, lo que le permitió aprender a ser un guerrero, y Sir Criston Cole se encargó de volverlo en el luchador más letal del reino, por supuesto, luego de Daemon Targaryen, el príncipe canalla, pero de nuevo, se había acostumbrado a los segundos puesto, no obstante, si alguien le preguntaba, muy personalmente se sentía más que capaz de poner de rodillas a ese estúpido y arrogante Alfa.

Pero el asunto del matrimonio era un tema que le seguía persiguiendo, su abuelo Otto Hightower no quiso quedarse de brazos cruzados, siguió buscando, siguió planeando a costa de él, cosa que no le sorprendía. Era un omega, un activo, una moneda de cambio que permitía alianzas, alianzas muy necesarias luego de que la danza estallo.

Todo paso con demasiada rapidez, cuando el rey murió y Otto junto con los verdes aprovecharon el momento para coronar a Aegon, todo se fue en picada hacia el desastre, los cuervos empezaron a volar, y ambos bandos buscaron apoyo en viejas y nuevas promesas antes de tomar cualquier decisión sobre cómo actuar o que decisión tomar. Fue el momento perfecto en opinión de su abuelo para conseguirle un alfa y fue enviado a bastión de tormentas, donde para su mala desgracia se encontró con uno de sus peores enemigos, Lucerys, el dulce niño de Rhaenyra.

Hubo un tiempo en que el mismo creía que aquel apodo era verdad, cuando ambos leían y el moreno le dedicaba la más radiantes de las sonrisas, cuando desayunaban o entrenaban juntos, pero después de tantas burlas y humillaciones donde Lucerys se había atrevido a participar, no tuvo más remedio que alejarse, no importaba que tan agradable era pasar tiempo con él a solas, lo había traicionado al seguir los estúpidos juegos de Aegon y Jacaerys, él era su persona y por un momento pensó que él era la de él. En las noches más solitarias en sus vuelos con Vhagar, donde nadie ni nada podía alcanzarlos para juzgarlo, se atrevía a pensar en un mundo donde las cosas fueran diferentes, donde el odio y la ambición no hubieran intervenido en ellos, todo habría sido perfecto, Lucerys nació como un alfa dominante y él podría haber sido su omega puro, pero esas solo eran ideas absurdas que tenía que olvidar, las cosas habían pasado de la forma en que pasaron, su camino se había separado de Lucerys desde que el estúpido alfa le arrebato un ojo y él tuvo el atrevimiento de reclamar y robar al dragón más grande de ese momento.

INJUSTICIA - LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora