Dolor

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Aemond se acurruco sobre sí mismo, abrazando con más fuerza su propio cuerpo en un intento de mantener el calor, tuvo que usar la estúpida capa de Lucerys para absorber algo de calidez, la cueva era demasiado pequeña para que Vhagar pudiera entrar y le permitiera acurrucarse debajo de su ala, la brisa marina comenzaba a azotar con más fuerza, advirtiendo que algo venía, tal vez una tornamenta, tal vez una llovizna, no lo sabía, intento recordar como diferenciarlo, Lucerys alguna vez intento explicárselo luego de aprenderlo de Corlys, pero el niño estaba más confundido que él sobre ese tema, por lo que la información dada no era muy confiable.

Se sentía débil por el celo, exhausto por la batalla, sucio por las manos de Aegon, maldijo entre dientes el no haber podido tomar el té de luna, ahora corría demasiado riesgo de tener un bastardo de su maldito violador, sus uñas arañaron con saña la tela sobre su vientre, no creía tener acceso al té de luna en mucho tiempo, si llegaba a quedar preñado el mismo se sacaría el niño con su espada, prefería morir antes que darle un hijo a su hermano, sin la fuerza suficiente no podía ir a por madera para preparar una fogata, se pregunta si moriría de frio antes de que pudiera superar el celo.

Con un quejido llevo una hogaza de pan a sus labios, despacio, intentando no devorarlo, una pequeña parte de él se sentía agradecido de que Lucerys hubiera dejado sus provisiones, el pan y el queso eran una mejor cena que la carne seca, más dulces y suaves, como quería comer algo dulce de verdad, las lágrimas volvieron a picar sus ojos, quería anidar, acomodar su ahora adolorido cuerpo en suaves mantas y organizar su colección de dagas alrededor su cama, sabía que estaba fuera de lugar tener armas en su nido, pero fue lo único que se sintió bien, Alicent se había negado a enseñarle como anida, desinteresada por algo tan banal.

Cuando era pequeño estaba tan perdido y sin nadie con quien acudir que termino por pedir consejo a su hermana, fue hace varios años ya, algunos meses después de perder su ojo, una nueva ola de calor lo estaba acechando y sus manos picaban, pero no entendía porque, salió a deambular por el castillo para despejar su mente, pero estaba tan distraído que termino chocando con Rhaenyra, quien estaba de visita por petición de su padre por un problema con el reino, se asustó y le gruño, ambos se pusieron a la defensiva, pero antes de poder decir algo un sollozo escapo del omega más pequeño, quien asustado por la mayor y estando tan vulnerable solo pudo dejar salir un llanto aterrado, cosa que hizo bajar la guardia a la heredera, fue una charla breve, pero mucho más informativa de lo que había tenido nunca con los septos y su propia madre.

Rhaenyra fue quien le explico porque sus manos picaban, quien le dijo como era anidar y le explico cómo funcionaba, cuando pregunto con timidez si su pequeña colección de armas recién iniciada podía estar en el nido Rhaenyra respondió con una mirada casi tierna y comprensiva, asintiendo en aprobación, pero antes de que el pequeño momento de paz entre ambos pudiera seguir la reina viuda apareció montada en cólera, llevándose a su hijo y castigándolo por atreverse a hablar con quién les cortaría la cabeza luego de ascender al trono, eso amargo el recuerdo, pero había guardado en su corazón la aprobación de su hermana sobre su deseo de tener armas, y ahora cada vez que su celo llegaba las acomodaba a su alcance, siempre lo hacía sentir mejor.

Su alma dolía cada vez que miraba al pasado, su madre parecía odiarlo, por su casta, por su comportamiento, por sus acciones, no importaba cuanto se esforzará nunca era suficiente para nadie, siempre fallándole a las personas que más le importaban, su labio tembló en el recuerdo de su hermana menor, había mentido a Lucerys al decir que había quemado a Aegon para facilitar el ascenso de la reina negra al trono, él solo lo hizo por venganza a Aegon, ya ni siquiera le importaba quien se sentaba en la maldita silla de hierro, solo esperaba que si Rhaenyra lo hacía perdonará a la beta y sus hijos, ella debía saberlo, eran víctimas, obligados a seguir el juego perverso que un estúpido Hightower planeo.

INJUSTICIA - LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora