Dulce y amargo

216 27 0
                                    

Dulce, era un sentimiento, una palabra, una realidad que había acompañado toda la vida a Lucerys, siendo el segundo hijo de Rhaenyra y Laenor, fue concedido entre el cálido amor de sus dos padres, criado por el protector amor de Daemon y bendecido con la total aprobación de su abuelo Corlys.

Amargo, era una sensación, un recordatorio, una constante en su vida, siempre acusado de bastardo, rodeado de escamosas serpientes verdes que no lo querían ni a él ni a su familia en el trono y rechazado por todo aquel que no lo creía digno de heredar lo que por derecho de nacimiento era suyo.

Pero no podía quejarse de su vida más allá de los rumores y el desprecio que sufría en la corte, no cuando vivió la mayor parte de su vida en Rocadragón, donde sus padres de aseguraron de protegerlo de todos los males posibles, evitando que las palabras venenosas llegarán a él y sus hermanos.

Sabía que fue un niño con suerte, siendo el dulce niño de la heredera al trono y el consentido de Lord Velaryon tenía su vida prácticamente resuelta, pero eso no fue suficiente para aliviar su adolorido corazón, nunca era suficiente desde que la persona que personificaba sus dos grandes constantes en la vida, la persona con la que tenía tanto buenos como malos recuerdos, la persona que fue su primer amor y con la que pudo haber tenido a sus hijos lo había mirado con tanta amargura, con tanto desprecio. Todavía recuerda esa noche vívidamente, aquella donde se condenó a perder al que pudo haber sido su marido, su omega, su amor y compañero de vida, todo por una estúpida acción nacida de la ira.

En las peores noches de amargura, donde las pesadillas lo alcanzaban y el odio lo ahogaba tenía que salir volando en lomos de Arrax, no importaba el que, se arrepentía tanto de aquella noche en driftmark, la injusticia que allí se había vivido, el daño que había causado y el dolor que provoco calaban una gran culpa en sus hombros, no importaba cuantas cartas escribiera, o cuanto regalos mandará, conseguir enfriar la furia que enloqueció a su tío fue imposible. Incluso cuando llegaron los rumores de que nadie había querido aceptar al omega como esposo y la búsqueda de un marido digno había cesado, no se rindió en intentar corregir su error, intento por todos sus medios conseguir que la reina Alicent lo dejará desposarlo, él podría darle la vida que merecía como próximo señor las mareas, así por lo menos podía haber arreglado un poco su error, habría paso el resto de su vida intentado compensar el desgraciar la vida de Aemond e intentar hacerlo al menos un poco feliz, hasta había conseguido que su madre y su abuelo Corlys aceptarán la idea, pero cada cuervo que envió con la propuesta de una unión fue rechazado, o de plano, nunca respondido.

Su madre y padre intentaban aligerar su carga, asegurándole que hizo lo mejor en pro de defender su honor y el de sus hermanos, pero sin importar que, esas palabras no eran suficientes para aliviar el dolor de su alma, habían sido niños, niños jugando a ser adultos, tomando decisiones que no les pertenecían, no era él quien debió haber decidido que castigo merecía Aemond, no era él quien tenía el derecho de desgraciarle la vida, de condenarlo a la miseria, solo por un estúpido dragón.

Cuando estaba protegido en la soledad sus aposentos, se permitía atormentarse bajo la idea de que era él el responsable de convertir al omega tuerto en el loco maníaco sediento de venganza y sangre, no es que le molestara que Aemond se hubiera convertido en un gran guerrero, pero decir que el omega no era uno de los mayores causantes de las bajas en su ejército a favor de la reina negra seria mentir descaradamente, se preguntaba en una constante tristeza que tan diferentes hubieran sido las cosas si hubiera sabido controlarse, si hubiera permitido que su abuelo y su madre fueran quienes decidieran que castigo era pertinente, si la cólera no hubiera carcomido su consciencia aquella noche tal vez hubiera podido prometerse con Aemond, tal vez hoy tendrían a Vhagar de su lado y el reclamo de su madre sería más fácil, tal vez esta guerra no estaría sucediendo, tal vez él y el omega tendrían una vida tranquila, donde podría colmar al segundo hijo de Alicent de todo el amor que se le había negado.

INJUSTICIA - LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora