Capítulo 1: Vecinos, pero Lejanos

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La ciudad de México siempre tuvo ese caos encantador, sobre todo por la noche, cuando las luces de los edificios parecían estrellas reflejadas en el asfalto mojado. Desde el balcón de su penthouse, Lucero veía la vida seguir su curso, pero sus pensamientos estaban a veinte pasos de distancia, justo en el departamento de enfrente. Mijares. Ese hombre que aún le robaba el sueño, a pesar de los años, los errores y todo lo que había quedado sin decir.

La gira que habían comenzado en 2021 había sido un éxito rotundo. Todo empezó como un simple streaming, una pequeña colaboración por el aniversario de su primer dueto. Nadie imaginaba que, gracias a eso, estarían de nuevo en el ojo público, llenando estadios y reviviendo canciones que hablaban de un amor que, al parecer, nunca terminó de apagarse. Cada noche sobre el escenario, la química seguía ahí, intacta, como si los años no hubieran pasado. Y cada vez que sus miradas se encontraban en medio de una canción, el aire se volvía más denso, cargado de algo que ambos intentaban ignorar.

Lucero cerró los ojos un segundo. No había sido fácil. Aunque vivían a solo veinte pasos, desde la separación todo había cambiado. ¿Cómo podría estar tan cerca ya la vez tan lejos? Por más que quisiera, el orgullo siempre la detenía.

En ese momento, José Manuel irrumpió en la sala, sin siquiera molestarse en tocar.

-¡Mamá! —dijo, lanzándose al sillón con la energía de siempre—. ¿Otra vez estás pensativa? Ya te conozco esa cara.

Lucero rodó los ojos, aunque una sonrisa ligera se asomó en sus labios.

—¿Por qué siempre cree que estoy pensando en algo cuando me ves callada? No siempre estoy dando vueltas a las cosas, ¿eh?

—¡Ah, claro! —José Manuel la miró con una sonrisa traviesa—. No me quieras engañar. Estás pensando en papá, ¿verdad? Mira, aunque no lo digas, se nota a leguas. Desde que empezó la gira, andas más despistada que nunca.

Lucero bufó, negando con la cabeza, aunque su hijo no estaba tan equivocado. Esa gira había removido algo en ella, algo que intentaba reprimir desde hacía mucho tiempo.

—¿Y eso qué importa? Ya sabes que las cosas entre tu papá y yo no son tan simples, hijo.

—¡Ah, mamá! ¿Por qué se complica tanto? Digo, si todavía se quiere. Hasta un ciego lo vería. ¡Yo hasta apostaría que se extrañan!

—No te hagas ilusiones, José Manuel —contestó Lucero, suspirando—. A veces, las cosas no son solo querer. Hay heridas, historias... cosas que no se olvidan de la noche a la mañana.

—Ay, ma... tú y tus dramas. —José Manuel se río—. Pero mira, no me engañas. Seguro papá también anda igual. Te veo desde acá cuando lo miras, ¡hasta yo me pongo nervioso!

Lucero se quedó callada, pensando en las últimas veces que había visto a Mijares. Estaba igual que siempre, con esa sonrisa tranquila y sus ojos brillantes. Parecía que el tiempo no pasaba para él. Pero había algo más, algo en su mirada cuando la veía. ¿Podría ser que él también seguía sintiendo lo mismo?

De repente, apareció Lucerito en la puerta, con su teléfono en la mano y una expresión seria que no pegaba con la situación.

—Ma, papá va a venir mañana a cenar.

—¿Cómo que va a venir? —Lucero la miró sorprendida.

—Sí, ya le mandé un mensaje. —Lucerito sonriente traviesa—. Ya es hora de que se dejen de cosas y hablen como adultos. Además, no me vengas con que no quieres verlo, porque los dos se mueren por estar juntos otra vez.

—¡Lucerito! —exclamó Lucero—. ¿Por qué hiciste eso?

—Porque ya estuvo bueno de hacerse los tontos, mamá. —Lucerito se cruzó de brazos—. Mira, si me preguntan, lo que ustedes necesitan es sentarse a hablar de una vez por todas. Y mañana es la oportunidad perfecta. Y además, qué casualidad que vivan tan cerca, ¿no crees?

Lucero estaba atónita. ¿Cómo que su hija había invitado a Mijares a cenar sin decirle nada? A veces se preguntaba si Lucerito había sacado ese carácter directo de ella o de su papá. probablemente de ambos.

—Ya no te puedes echar para atrás, ma —añadió José Manuel, riéndose mientras veía cómo su madre no sabía qué decir—. Va a estar bueno verlos juntos de nuevo. Y si yo fuera tú, no lo pensaba tanto. A veces hay que lanzarse y ver qué pasa.

—Ay, chamacos... están locos —Lucero no pudo evitar sonreír, aunque el nerviosismo empezaba a apoderarse de ella—. Pero está bien. No me voy a echar para atrás. Vamos a ver qué pasa.

—¡Eso es todo, mamá! —dijo José Manuel, chocando las manos con Lucerito—. Mañana va a ser un día interesante, te lo aseguro.

Lucerito se mostró emocionada. —Vas a ver, mamá. Mañana las cosas van a cambiar. Perder.

Y así, mientras sus hijos reían y celebraban su pequeña "victoria", Lucero no pudo evitar sentir esa mezcla de ansiedad y expectativa que hacía tiempo no experimentaba. Algo le decía que esa cena sería mucho más que un simple encuentro de vecinos. Y por primera vez en años, se permitió sentir un poquito de esperanza.

Historia nueva?, claro que si jajajaaj si ven faltas de ortografías porfa perdón y avísenme estoy escribiendo con mi teléfono mi computadora paso a mejor vida 🤧

A Veinte Pasos del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora