Capítulo 9

99 9 48
                                    

Los primeros rayos de sol entraron suavemente por las cortinas de la habitación de los gemelos, Larry y Lawrie. Sus padres ya se encontraban abajo, preparando el desayuno, mientras la alarma del despertador sonaba puntualmente a las 8 de la mañana, llenando el cuarto con su repetitivo pitido.

Larry fue el primero en moverse, estirándose mientras apagaba la alarma con un golpe suave. Giró hacia su hermano, quien, a diferencia de él, parecía más reacio a comenzar el día.

—Lawrie, despierta —murmuró Larry con una sonrisa, empujando ligeramente a su hermano —Ya es hora, o nos perderemos el desayuno.

Lawrie, con los ojos aún cerrados, soltó un leve gruñido y se dio la vuelta en la cama, intentando ignorar a su hermano. Pero sabía que, en el fondo, no tenía opción. Con un suspiro, finalmente se levantó, pasando una mano por su rostro mientras intentaba despejarse.

—Odio los fines de semana a veces —dijo Lawrie mientras se dirigía al baño, frotándose los ojos —Debería ser ilegal levantarse tan temprano en un sábado.

Larry soltó una pequeña carcajada mientras se levantaba de la cama, ya mucho más despierto que su hermano.

—No te lo tomes a mal —respondió mientras tomaba su cepillo de dientes.

Mientras los gemelos se preparaban en el baño, la diferencia en la dinámica entre los gemelos era notable. Larry, siempre el más optimista, se cepillaba los dientes mientras tarareaba una canción que había escuchado el día anterior. Lawrie, por su parte, seguía un poco más adormilado, pero ya comenzaba a despertarse completamente después de la ducha.

Cuando ambos estuvieron listos, bajaron juntos las escaleras y entraron en la cocina, donde sus padres ya estaban terminando de poner la mesa. Su madre, una mujer de rostro amable y siempre dispuesta a escuchar, sonrió al verlos bajar.

—Buenos días, chicos —dijo mientras servía el jugo —¿Listos para desayunar?

Larry asintió mientras se sentaba en la mesa, observando las tostadas francesas apiladas en el centro.

—¡Listo para lo que sea! —respondió, tomando una rebanada de tostada y sirviéndose.

Lawrie, más reservado, simplemente se sentó al lado de su hermano y comenzó a comer en silencio. Sabía que la conversación importante estaba por venir, y su mente ya estaba anticipando las preguntas de Larry.

El desayuno transcurrió en un ambiente familiar, con el sonido de las cucharas y los platos acompañando la charla tranquila que sus padres mantenían sobre las tareas del día. Cuando terminaron, Larry y Lawrie se despidieron brevemente de ellos, llevándose un par de tazas de café hacia la sala de estar, donde, finalmente, podrían hablar con más privacidad.

Al llegar a la sala, Larry se dejó caer en el sofá, mirando a su hermano con una mezcla de curiosidad y paciencia.

—Bien, Lawrie, ¿me vas a contar ahora? —preguntó, dando un sorbo a su taza de café —Anoche dijiste que esperaríamos hasta hoy, pero ya es el momento.

Lawrie se sentó en el sofá frente a él, con las manos alrededor de su taza. Se quedó en silencio por unos segundos, mirando el líquido en su taza como si estuviera buscando las palabras correctas. Sabía que no podría evadir la conversación por más tiempo.

—Sí, supongo que es hora —dijo finalmente, suspirando antes de continuar —La verdad es que he estado dándole muchas vueltas a lo que pasó con Draco. Lo que te conté sobre el Día del Amor y la Amistad fue solo el principio. Creo que... creo que las cosas comenzaron a cambiar...

Larry arqueó una ceja, sorprendido por la seriedad en el tono de su hermano. Sabía que Lawrie no era del tipo que compartía sus sentimientos abiertamente, especialmente cuando se trataba de Draco, pero algo en su actitud le indicaba que esto era más profundo de lo que pensaba.

¿POR QUÉ TÚ? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora