Capítulo 11

76 8 48
                                    

Eran las 12 de la noche cuando Draco finalmente llegó a casa, con el cuerpo agotado por el día tan largo que había tenido en el árcade. Lo único que deseaba era lanzarse en su cama y dormir sin preocuparse por nada, pero, al llegar a la puerta principal y girar el pomo, se encontró con una desagradable sorpresa la puerta estaba cerrada con llave.

—No puede ser… —murmuró, revisando sus bolsillos con frustración.

No tenía las llaves consigo. En su prisa por salir esa mañana, había olvidado llevarlas. Se sentía agotado y molesto consigo mismo por olvidar tan tonto. Miró las ventanas y pensó en la posibilidad de colarse por una, aunque sabía que probablemente su tío se molestaría si lo descubría.

Cuando estaba por forzar una ventana, una voz familiar resonó desde el camino de entrada.

—¿Qué haces afuera a estas horas, enano?

Draco se giró y vio a su hermano mayor, Dorian, quien recién llegaba. Con las manos en los bolsillos y una sonrisa burlona en los labios, Dorian lo miraba con diversión. Como siempre, su cabello despeinado y su aire despreocupado le daban esa apariencia de alguien que nunca tomaba nada demasiado en serio.

—Solo disfrutando del frío nocturno —respondió Draco con sarcasmo, cruzando los brazos mientras trataba de no mostrar su frustración.

Dorian rió con esa risa seca y burlona que siempre usaba cuando encontraba algo ridículo.

—Claro, claro. Seguro te olvidaste las llaves —dijo, arqueando una ceja mientras observa a su hermano menor —Eres un desastre, enano.

Draco suspiró, demasiado cansado como para discutir.

—He estado todo el día en una prueba de trabajo. Quiero conseguir algo de dinero —explicó, restándole importancia mientras trataba de mantener la paciencia.

Dorian soltó otra carcajada, esta vez más fuerte.

—¿Tú? ¿Trabajo? —se burló —Vamos, enano, no me hagas reír. Te conozco. Seguramente no duraste ni un día.

Draco, frustrado y exhausto, mantuvo la compostura. Ya estaba acostumbrado a las bromas y comentarios de Dorian, pero después de un día tan largo, lo último que necesitaba era esto.

—No me despidieron —respondió, cruzando los brazos —De hecho, fue más difícil de lo que pensé, pero lo hice bien. Solo estoy cansado.

Dorian lo miró con una mezcla de sorpresa y algo de respeto que trató de ocultar detrás de su usual actitud despreocupada. Sin decir nada más, sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta de la casa.

—Bueno, pasa. Antes de que te congeles ahí fuera —dijo Dorian mientras dejaba que Draco entrara primero.

Draco se apresuró a entrar, agradeciendo el calor al cruzar la puerta. Su estómago gruñó al instante, recordándole que, además de agotado, estaba hambriento. Se dirigió directamente a la cocina, pero no tenía muchas esperanzas de encontrar algo. Sabía cómo funcionaba la dinámica en casa su tío y sus otros hermanos solían acabar con la comida, especialmente en la noche.

Dorian, que había seguido a su hermano hasta la cocina, observó cómo Draco registraba los estantes vacíos y la nevera sin mucho éxito. Sabía perfectamente que no habría nada para él.

—¿Buscando algo de comida? —preguntó Dorian con una sonrisa burlona —Sabes cómo es esto. No vas a encontrar nada a estas horas.

Draco cerró la nevera con frustración. Su cuerpo le pedía a gritos algo de comer, pero ya estaba resignado a irse a la cama con el estómago vacío.

¿POR QUÉ TÚ? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora