Capítulo 8

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La madrugada en la casa de Draco estaba marcada por el ruido constante del  reloj en la habitación y las voces elevadas que provenían del piso de abajo. Aunque era habitual escuchar discusiones en esa casa, esta vez el tono era más tenso, más cargado. Draco, acostado en su litera y con los ojos abiertos desde hace un par de horas, intentaba bloquear los gritos colocándose una almohada sobre la cabeza. A su lado, sus hermanos dormían, como si nada ante las discusiones que parecía ser la norma en el hogar.

La discusión entre su tío y Dorian era por la reciente costumbre de Dorian de desaparecer durante los fines de semana. Aunque nunca explicaba a dónde iba, su ausencia se había convertido en un tema de discordia, especialmente porque ni él ni sus hermanos contribuían mucho en la casa. El tío de Draco, quien era el adulto a cargo, parecía cada vez más frustrado por la falta de responsabilidad de sus sobrinos, exacerbando las tensiones familiares que ya eran bastante altas.

Después de lo que parecieron horas de discusión, la puerta de la entrada se cerró con un golpe seco, señalando el final de otro enfrentamiento. El silencio que siguió fue un alivio momentáneo para Draco, quien, agotado por no dormir buen, empezó a girar sobre la cama, pensativo.

En ese momento de calma, comenzó a reflexionar sobre su vida y la situación en la que se encontraba. La idea de buscar un trabajo nocturno o de fin de semana empezaba a tomar forma en su mente como una posible salida a esa toxicidad diaria. Trabajar no solo le proporcionaría un escape necesario de la atmósfera sofocante de su hogar, sino que también podría empezar a ahorrar dinero para, eventualmente, moverse por su cuenta. La independencia era algo que anhelaba profundamente, algo que veía como esencial para su bienestar.

Mientras giraba en su cama, buscando una posición cómoda y tratando de conciliar el sueño, Draco no podía dejar de pensar en lo normalizado que había estado el conflicto en su vida. Para él, las discusiones, la tensión y la falta de un ambiente familiar cariñoso eran cosas del día a día, casi normales. Pero en noches como esta, cuando el peso de esa "normalidad" se hacía demasiado evidente, no podía evitar sentir que algo estaba mal en su vida.

Finalmente, después de horas de dar vueltas en la cama, los primeros rayos de luz comenzaron a filtrarse a través de la ventana de su habitación. Eran las 7 de la mañana del sábado. Aunque Draco estaba exhausto y sus ojos pesaban por la falta de sueño, sabía que intentar dormir más sería inútil. Se sentó en el borde de la litera, frotándose los ojos cansados, y echó un vistazo al reloj que marcaba la hora.

Con un suspiro resignado, se girando cada vez más en la cama, cerrando los ojos en un débil intento de capturar al menos un poco más de descanso antes que amaneciera. La realidad de su situación era dura, pero en esos breves momentos, comenzaba a pensar en que debía hacer algo para cambiar un poco su situación.

El hogar de Draco era un lugar donde la toxicidad se respiraba a diario, y él, a pesar de todo, intentaba sobrellevarlo con una normalidad forzada. La aceptación de esa realidad y la idea de buscar empleo que ya hace un tiempo se había planteado. Con cada día que pasaba, Draco se convencía más de que el cambio era necesario, no solo para su bienestar, sino también para su salud mental. Draco agotado cerro los ojos, para dormir.

El sol entraba por la ventana de la habitación Draco despertó, aunque aún se sentía cansado. Miró de reojo la pared donde el reloj colgaba, marcando que ya casi era mediodía. Su estómago protestó, recordándole que no había comido nada desde la noche anterior. Se sentó en el borde de la litera, sintiendo cómo la falta de sueño lo mantenía aún somnoliento.

Con un esfuerzo, se levantó y salió de su habitación, bajando las escaleras hacia la cocina. Mientras descendía, notó algo inusual la casa estaba completamente vacía. Se detuvo un momento, mirando a su alrededor, y luego comenzó a recorrer las habitaciones, llamando a sus dos hermanos.

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