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Jake se puso en un rincón de la habitación. Las notas del violín comenzaron a fluir, dejando oír una melancólica melodía que parecía narrar su corazón. Sus dedos se deslizaban ágilmente sobre las cuerdas, en ese momento, la puerta se abrió, y su madre apareció provocando que se detuviera de golpe.

─ Madre, el violín es mi pasión ─ habló bajo la mirada de la mujer que seguía bajo el marco de la puerta ─ no puedo ignorarlo.

─ Lo sé, hijo. Pero tú padre...

─ Él quiere que siga sus pasos ─ interrumpió frustrado ─ no puedo ser lo que él espera.

Su madre suspiró.

─ Tu padre se preocupa por tí, para él el legado es importante.

─ ¿Y si mi camino es diferente al suyo?

Jake apretó los dientes, sintiendo la presión del mundo que lo rodeaba. Sintiéndose abrumado dejó el violín sobre el sofá y salió de la habitación dejando atrás la conversación con su madre.

Necesitaba aire fresco, un momento de paz para despejar su mente.

Salió de casa dirigiéndose a otro lugar, lleno de vegetación bajo la luz suave del atardecer, las flores inundaban su nariz y la brisa golpeó su rostro. Sin embargo, la presión en su pecho persistía, una mezcla de frustración y anhelo.

Fue entonces cuando la vio, en un extremo del jardín miró a la chica absorta en un libro. La serenidad lo cautivó; fue como si el tiempo se detuviera. Ella era una soñadora con un brillo en sus ojos.

─ ¿Te gusta leer? ─ preguntó con curiosidad mientras daba pasos hacia ella.

─ Oh, sí ─ sonrió ─ los libros son ventanas a mundos nuevos. A veces me imagino siendo parte de esas historias, explorando lugares lejanos.

─ Suena maravilloso ─ respondió ─ a veces me pregunto que pasaría si pudiéramos vivir esas aventuras.

La chica se inclinó un poco hacia él mostrando su entusiasmo.

─ Exactamente. La vida está llena de posibilidades, si nos atrevemos a buscarlas. ¿Y tú, qué te inspira?

─ Me gusta la música. Cada nota tiene su propia historia, su propio mundo.

─ Es hermoso ─ dijo con una sonrisa ─ la música tiene el poder de conectar personas, ¿no crees?

─ Sin duda ─ respondió Jake con una pequeña sonrisa ─ la música puede expresar lo que no se puede decir con palabras.

─ No te he visto en la escuela ─ dijo la chica con curiosidad cambiando de tema ─ ni en los festivales del pueblo.

─ No salgo mucho de casa ─ formó una mueca ─ ¿cómo te llamas?

─ Miokk, con doble K al final ─ formó una sonrisa que mostraba sus dientes y Jake no evitó dejar salir una pequeña risa nasal ─ ¿con quién tengo el placer de pasar está hermosa tarde?

─ Shim Jake.

Su risa y su forma de ver el mundo lo inspiraban a soñar más allá de lo que conocía. En ese instante, el jardín se convirtió en su propio mundo, uno lleno de posibilidades y esperanzas.

Cisne Blanco|Shim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora