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El sol brillaba intensamente en el cielo azul, y el aire estaba impregnado del dulce aroma del algodón de azúcar y las palomitas recién hechas. Miokk se encontraba en la entrada de la feria, su rostro iluminado por la emoción, mientras miraba a Jake que llegaba lentamente.

─ ¡Jake! ─ gritó ella, agitando los brazos ─ ¡estamos aquí!

Jake sonrió, aunque sus ojos reflejaban un leve temor. Llevaba una camiseta nueva, algo que había considerado para la ocasión y era extraída desde Milán.

─ No puedo creer que finalmente vine ─ dijo acercándose ─ todo se ve tan… colorido.

─ Eso es lo que la hace especial ─ habló con entusiasmo ─ primero debemos ir a la rueda de la fortuna, desde ahí verás a todo el pueblo.

─ ¿Y si me mareo?

─ ¡Solo cierra los ojos!

Con un suspiro resignado, Jake la siguió hacia la fila. La emoción de la multitud lo envolvía, aunque todavía se sentía un poco fuera de lugar. Al llegar a su turno, Miokk lo animó con una sonrisa amplia.

Cuando se acomodaron en la cabina de la rueda, Jake miró hacia abajo, las luces y los colores del carnaval se difuminaban a medida que ascendían. Su estómago se apretó, pero al sentir la mano de Miokk apretando la suya, su nerviosismo se disipó.

─ Mira, ¡allá está la plaza! ─ señaló ella, sus ojos brillando ─ y el lago… ¡se ve hermoso!

Jake se atrevió a abrir los ojos. La vista lo dejó sin aliento. El pueblo se extendía ante él como un lienzo, con pequeños puntos de colores que representaban a la gente disfrutando de la feria. Un nuevo sentimiento de libertad lo invadió.

Cuando la rueda comenzó a descender, la emoción de Miokk era contagiosa. Se sintió un poco más ligero, como si la vista le hubiera otorgado una nueva perspectiva. Al bajar continuaron a otro puesto.

En el bullicio de la feria, el stand de tiro al blanco destacaba por su bullicio. Miokk con una sonrisa traviesa miró a Jake que se mantenía un poco atrás, observando las escopetas de aire comprimido y los dianas de colores vibrantes.

─ Vamos, Jake, ¡solo es un juego!─ exclamó, jalando su brazo.

Él, algo inseguro, se acercó al puesto.

─ No sé si soy tan bueno en esto…

─ ¡Vamos, tú puedes! ─ dijo ella, animada.

Cuando llegaron, el dueño del puesto les sonrió y les dio un par de balas. Jake tomó una respiración profunda, confiando en su puntería, se plantó frente a la diana.

─ ¿Estás listo?

El chico asintió y se concentró. Su primera bala voló y dio en el centro de la diana, y el sonido del golpe resonó como un eco.

─ ¡Increíble! ─ gritó Miokk con sorpresa.

Al menos los días de caza que tenía con su padre estaban funcionando.

Lanzó la siguiente bala y, nuevamente, la diana tembló.

Con un último disparo, consiguió el premio mayor: un enorme oso de peluche.

─ ¡Lo tenemos!

Mientras caminaban con el oso bajo el brazo, Jake sintió que, por primera vez, estaba realmente disfrutando de la feria. La risa de Miokk resonaba en su mente, y se dio cuenta de que esos momentos eran los que realmente importaban.

Cisne Blanco|Shim Jake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora