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Satang esperaba en la entrada a Fourth como comúnmente lo hacía, observó la hora en su teléfono y suspiró viendo los autobuses, pero en ninguno venía aquel peli azul.  

Entrecerró los ojos para poder ver de lejos; Fourth venía corriendo y la gente que estaba a su alrededor lo observaba. Se encaminó hacia él, y cuando estuvo un tanto cerca, cubrió su nariz, carraspeando por el aroma, terrible.  

—¿Por qué hueles a caca? —lo observó cuando estuvo frente a él. Fourth se acercó, tomándolo de los hombros.   

—¡Por favor, imprégname de tu aroma! —sonó su voz tan chillona.  

El rubio se alejó un poco, observándolo; se veía limpio, sus zapatos estaban limpios, todo él estaba limpio. ¿Por qué olía así? Se percató de una mordida en su mandíbula.   

—¿Qué te pasó en la mandíbula?  

—Te responderé todas tus dudas, pero imprégname de ti, por favor —volvió a acercarse, pero Satang volvió a retroceder.  

—Aléjate, hueles feo —tosió, no soportaba el hedor. Fourth no se ofendió, sabía que tenía el aroma a delta y apestaba. —¿No sabes que no puedo dejarte impregnado de mi aroma, Fourth? Pídele a Phuwin o Gemini que lo hagan, ¡mierda, hueles terrible!  

—Ayúdame —rogó.  

Tomó su mano, guiándolo rápidamente al salón del conserje; como pudo, cruzó sus brazos, observando al chico de ojos de zorro, pidiendo una explicación.  

—Dime, ¿Qué pasó en tu casa? ¿Y por qué hueles así? —contuvo el aire como pudo.  

Fourth tragó saliva, sobreabriendo sus labios, rascó su cabeza. No podía decirle que es hijo de Deltas; si lo sabe, lo rechazará... pero Satang no lo haría, ¿o sí? Se supone son amigos.  

—Mi padre vio que mi teléfono estaba roto, me regañó y me dijo que no teníamos los lujos de tener los teléfonos que quisiéramos, así que no me daría otro. Todo bien hasta ahí, ¿cierto? —soltó una risa nerviosa. Satang asintió, tomando aire. —Pues cuando me iba a mi habitación, accidentalmente choqué con la mesa y tiré su café en él. ¡El peor maldito error! —cubrió sus ojos. —Por primera vez no me regañó ni me hizo nada, pero soy tan tonto que hice que me volviera a pegar. Solo que esta vez me defendí, y como me defendí, comenzó a morderme y me duele todo. —se deslizó por las paredes.   

En un silencio de un minuto viéndose, Satang se acercó, acariciando su cabeza. No preguntaría por qué el aroma de su padre era tan putrefacto, no ahora.  

—Iré a buscar a Gemini y Phuwin, espera aquí, no tardo. —Fourth asintió.  

Corrió rápidamente, buscando la cabellera castaña del beta o la cabellera rubia del alfa, cualquiera de los dos.  

De lejos vio a Gemini y sus amigos fuera del edificio con ese chico Khao de su misma edad.

—¡Gemini! —De un solo llamado, Gemini lo observó dudoso. Cuando llegó, puso sus manos en sus muslos, tomando aire.  

—Fourth... —inspiró aire sin dejar hablar al rubio. —Necesita tu ayuda, llegó mordido de su cara y brazos, ¡huele horrible! Como si lo hubieran llenado de caca —buscó su mirada y apretó la mandíbula.   

—¿Por qué? ¿Dónde está? —tomó a Satang de la mano para que lo guiara.  

—Iugh, no me toques —arrebató su mano. —En el salón del conserje me dijo algo que su papá se enteró de su teléfono y que un café —trató de recordar las palabras; si no fuese porque se concentró en aguantar tal aroma, le habría puesto más atención.   

A puppy? | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora