Capítulo 17

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"Estoy segura"


El día había comenzado de la peor manera, Andrés perdió a su hijo, Marta a su futuro sobrino y como si fuera poco, también una supuesta carpeta que, en manos equivocadas, podría hacer tambalear a su empresa. Gracias a Dios, la verdadera carpeta nunca se extravió y Fina la encontró. Este susto le había arrebatado todas sus energías, así que se desplomó en el regazo de la morena.

Eran las tres de la tarde y Fina se había encargado de hacer todo el trabajo para que, cuando ella despertara, no hubiera nada que la perturbara. El teléfono de la rubia no había parado de sonar, pero la joven no había querido atender ni tampoco despertarla. Fue entonces cuando finalizó de acomodar los últimos documentos, que decidió llamarla.

- Marta, despierta -dijo llenándole de pequeños besos el rostro.

La empresaria abrió lentamente sus ojos y se la encontró sentada muy cerca de ella.

- ¿Fina?, ¿qué hora es?

- Son las tres de la tarde.

- ¿Cómo? Por qué me has dejado dormir tanto, tengo mucho trabajo por hac...

- Shh -la calló de un beso- ya me he encargado de dejar todo listo.

- Pero Fina, había que hacer muchas cosas. Hoy era el día en que revisaríamos las cuentas y debíamos hacerlo juntas.

- No te preocupes, ya lo he hecho yo. ¿Confías en mí?

A Marta se le vino a la cabeza un solo pensamiento "Confío en ti, mi amor"

- Claro que sí.

Fina sonrió.

- Bien, entonces ahora tú y yo nos iremos a despejar.

- ¿A despejar?, ¿a dónde?

- Primero iremos por algo de comer, que estoy segura de que no has probado bocado en todo lo que va del día.

- Ha pasado tan poco tiempo y ya me conoces mejor que cualquiera de mi familia.

- Así es doña Marta, como podrá ver, aprendo demasiado rápido.

La rubia la tomó de la cintura y la sentó en sus piernas.

- Señorita Valero creo que se está agrandando demasiado.

- ¿Usted cree?

No respondió con palabras, sino con acciones. Hacía muchas horas que no estaban juntas, no desaprovecharía esta oportunidad así que, tomándola del cuello, la atrajo más cerca y la besó vehementemente hasta que el aire escaseó.

- Dios, a pesar de no ser tu día estás con mucha energía -dijo Fina acariciando su rostro.

- Si tú estás conmigo, mis días nunca van a ser malos.

- Pero bueno doña Marta, ya salió a relucir su poeta interior.

- Cállate.

- ¿Por qué no me callas tú?

Ante esta clara invitación, ella decidió repetir lo que habían comenzado. Todo empezó con un suave beso, pero luego sus cuerpos les pedían más. De un momento a otro, Fina estaba acostada en el sillón y Marta se encontraba sobre ella besándole el cuello fervientemente.

- Marta...- dejó escapar un gemido que la rubia ahogó entre sus labios.

- Cállate.

¿En qué momento se había ido todo a esos extremos? Ninguna de las dos lo sabía. Lo único que querían es que no parara jamás.

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