𝐗. 𝐄𝐥 𝐋𝐚𝐬𝐭𝐫𝐞 𝐝𝐞 𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐄𝐥𝐞𝐜𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬

307 36 8
                                    



— Así que los rumores eran ciertos después de todo... —dijo Rhaenys con voz helada, sus ojos fijos en la mano vendada de Rhaenyra, rebosando de desdén.

— No es lo que piensas —respondió Rhaenyra, forzando una calma que apenas lograba mantener.

— ¿No? —Rhaenys alzó una ceja, su tono afilado —. Entonces dime, ¿cómo debo interpretarlo? Te casaste en secreto, apenas unos meses después de la muerte de Laenor. ¿Qué esperabas que pensara? Aunque, para ser sincera, lo que más me duele no es tu apresurada boda... —su voz se endureció aún más—. Es que mi hijo tuvo que morir para que tú pudieras hacerlo.

Rhaenyra respiró profundamente, luchando contra el nudo que se formaba en su garganta.

— Yo amaba a tu hijo, Rhaenys. Jamás habría dado una orden que lo perjudicara. Mis hijos adoraban a su padre... ¿Cómo piensas que podría haberles hecho eso? ¿Qué madre los condenaría a crecer sin él, a llorar su ausencia?

Rhaenys frunció los labios, su mirada seguía siendo implacable.

— ¿Y realmente esperas que te crea? —preguntó con una frialdad que podía cortar—. Mis lágrimas son para mis nietos, no para ti. Porque sé que las madres, cuando sus deseos son lo suficientemente fuertes, pueden hacer lo impensable.

Rhaenyra sintió que su control se desmoronaba, se quebró mientras levantaba la mano hacia su prominente vientre.

— Te lo juro, por mis hijos... y por este bebé que llevo dentro —murmuró Rhaenyra, su voz apenas un susurro —. Nunca, ni por un instante, habría permitido que algo le sucediera a Laenor. Jamás lo traicionaría. Igual que tú, sigo buscando respuestas, intentando comprender qué llevó a Qarl a quitarle la vida a mi esposo.

Cada palabra caía como un peso sobre sus hombros, y el dolor que había intentado ocultar durante tanto tiempo se reflejaba ahora en su rostro, vulnerable y quebrado.

Rhaenys la observó en un silencio impenetrable, su mirada fija y su expresión imposible de leer. Tras lo que pareció una eternidad, la princesa inclinó ligeramente la cabeza y, con un leve gesto, se aclaró la garganta antes de acomodarse en su asiento.

— Pero no es por eso que estás aquí —dijo finalmente, con una calma controlada—. Lo que debemos discutir es un acuerdo. Lo mejor será que Lucerys y Rhaena permanezcan bajo nuestra tutela. —Hizo una pausa, su mirada firme sobre Rhaenyra—. Serán los futuros señores de Marcaderiva, y necesitan aprender a gobernar con sabiduría y responsabilidad.

Rhaenyra bajó la mirada, contemplando el suelo por un instante antes de levantarla de nuevo hacia Rhaenys. Sabía que este momento llegaría, especialmente después de todo lo que había ocurrido. Asintió, aceptando.

— Tienes razón. Lucerys pertenece a Marcaderiva, y es su deber continuar con el legado de su padre —dijo Rhaenyra con un tono suave, pero firme—. Agradezco que lo tomes bajo tu protección. Confío en que tanto tú como Corlys le transmitiréis todo lo necesario. Sé que estará en buenas manos.

Rhaenys esbozó una leve sonrisa, aunque el dolor seguía latente en sus ojos, un peso que ambas compartían.

— Es mi responsabilidad —respondió Rhaenys con seriedad—. Y más que eso, es una promesa que hice a mis hijos, Laena y Laenor. Juré cuidar de mis nietos, y no solo eso, también es mi deseo prepararles para el futuro que les espera. No solo por Marcaderiva, sino por todo lo que pueda venir.

— Así como tú tienes una promesa, yo también le hice una a Laena —dijo Rhaenyra con respeto en su voz—. Le prometí que cuidaría de sus hijas. Por eso, Baela vendrá conmigo. Será la Reina consorte de Jace cuando él herede la corona, y ambos deben fortalecer su vínculo desde ahora.

   𝐈𝐍 𝐌𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ll 𝐀𝐞𝐦𝐨𝐧𝐝 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧ll / En edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora