𝐈𝐈𝐈. 𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐈𝐄𝐑𝐕𝐎 𝐘 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍𝐄𝐒

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Continuación...

— No pudiste defenderla, ¿y crees que puedes conmigo? — Retó el Blackwood, empujando a Aemond y haciéndolo caer.

Daemon observaba la situación, debatiéndose si intervenir o no.

— Campesino. — Aemond lanzó un puñetazo al Blackwood, pero este solo sonrió.

— Principito. — Le devolvió el golpe, haciendo que el labio de Aemond sangrara.

Daemon se quedó indeciso, sintiendo que la noche se volvía más emocionante, su mirada alternando entre el príncipe y el Blackwood.

— ¡Pagarás por esto! — el príncipe Aemond limpió el líquido rojo que bajaba de su labio, sus palabras cargadas de furia apenas contenida.— ¡Tendré tu cabeza!

— ¿Llamaras a tus guardias? ¿No te puedes defender solo? — dijo en tono burlesco el Blackwood, su voz resonando con una maliciosa diversión que alimentaba aún más la ira del príncipe Aemond.

— ¡Robb! — intervino el abuelo de este, su tono autoritario apenas lograba disimularlo. — ¿Qué crees que estás haciendo? — tomó el brazo de su nieto con firmeza. — ¿Quieres tu cabeza en una pica? ¡Es el hijo del rey!

Aemond sonrió con malicia, su mirada desafiante.

— El hijo de un rey no puede ser un cobarde — respondió Robb a su abuelo, su voz cargada.

— Príncipe, disculpe las palabras insensatas de mi nieto — dijo el hombre con preocupación.

— No te disculpes — se quejó bajo el joven.

— Sabes que lo que tu nieto hizo amerita un castigo severo — dijo el príncipe con soberbia. — Tocar a un príncipe de la realeza es traición al mismísimo rey.

— ¡Bah! — exclamó el Blackwood con desprecio. — La realeza no es más que un título vacío. Todos somos iguales frente a la espada.

— ¡Cómo te atreves a hablarme así! — replicó el príncipe, su voz cargada de furia. — ¡No eres más que un sucio y estúpido salvaje!

— Sucia te pondré la cara — amenazó el joven Blackwood, sus ojos centelleando con intensidad.

Lord Blackwood tensó la mandíbula y sujetó con más fuerza el brazo de su nieto para contenerlo de no irse contra el príncipe.

— Es suficiente — intervino Daemon, finalmente tomando una decisión. — Esto no llevará a nada bueno. Retírense ambos antes de que la situación empeore.

Aemond miró a su tío emerger de las sombras de la carpa y apretó los dientes.

— Príncipe, Daemon, una disculpa — comenzó a decir el hombre, su tono conciliador tratando de calmar los ánimos. — Le aseguro que mi nieto no quería ofender al príncipe.

— No es necesaria una disculpa, son riñas de jóvenes apasionados — dijo Daemon, su mirada firme mientras observaba a su sobrino. — Apuesto a que al príncipe esto le sirvió de lección, ¿o no?

Aemond bajó la mirada y apretó los puños, su semblante mostrando una mezcla de vergüenza y resentimiento. Para después darse la vuelta y marcharse.

   𝐈𝐍 𝐌𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 ll 𝐀𝐞𝐦𝐨𝐧𝐝 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧ll / En edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora