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La luna llena iluminaba el bosque, creando sombras que danzaban entre los árboles. T/N corría con el corazón en la garganta, cada crujido de las ramas resonando como un eco de su terror. Había estado huyendo de Gojo Satoru, un chico cuya sonrisa deslumbrante ocultaba una oscuridad insaciable.
Sabía que él la había estado observando, desde mucho antes de que ella escapara de el, que su fascinación por ella había cruzado la línea entre el deseo y la locura. Su risa, aunque seductora, era un presagio del peligro que acechaba en cada rincón.
—¿Te cansas, T/N?—La voz de Gojo cortó el silencio de la noche. Era un susurro, suave pero lleno de una intensidad escalofriante. Ella se detuvo, su aliento entrecortado, sintiendo que sus piernas flaqueaban.
—¿Por qué no me dejas en paz? ¡Ya no somos nada!—gritó T/N, aunque sabía que sus palabras estaban vacías. Él siempre estaba un paso por delante, como un depredador jugando con su presa.
Gojo emergió de entre las sombras, su cabello blanco brillante en la luz de la luna. —¿Dejarte en paz? Cariño, tú me perteneces.— Sus ojos, ocultos tras las gafas oscuras, brillaban con un tipo de locura que la aterraba y fascinaba al mismo tiempo.
Ella giró sobre sus talones, impulsada por el miedo, pero él la siguió con una sonrisa arrogante. El sonido de sus pasos resonaba detrás de ella, constante e implacable. La brisa susurraba entre los árboles, llevando consigo el eco de su risa.
—Vamos, T/N. Sabes que no puedes escapar de mí. Somos como el gato y el ratón, y a mi encanta jugar,—dijo mientras se acercaba. Su voz tenía un tono casi hipnótico, atrayéndola y repeliéndola al mismo tiempo.
T/N se adentró más en el bosque, sintiendo cómo la oscuridad y los arbustos la envolvía. Pero el miedo no la paralizaba; lo alimentaba. A pesar de su pánico, había algo en Gojo que la atraía, una chispa de peligro que la llenaba de adrenalina.
De repente, se detuvo. —¿Qué quieres de mí?—preguntó, su voz temblorosa. La incertidumbre y la intriga se entrelazaban en su mente.
Él se detuvo también, el brillo de su sonrisa aumentando. —Quiero que sientas lo que es ser realmente deseada. Que entiendas que la vida es un juego y yo soy el que hace las reglas.
Con un movimiento rápido, Gojo la alcanzó y la estampó contra un árbol. El aire se volvió pesado, y su cercanía la desarmaba. —No quiero hacerte daño, T/N. Solo quiero que estés conmigo. Que entiendas que este juego puede ser más placentero de lo que imaginas.
La adrenalina corría por sus venas. —Nunca te elegiré— dijo con desafío, aunque en el fondo sabía que su atracción por él era peligrosa.
Gojo se inclinó, su rostro a centímetros del suyo. —Eso depende de ti. Puedo ser tu salvación... o tu perdición.
