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**Capítulo 3: Lejos de Casa**
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La brisa del otoño se colaba por las rendijas de las ventanas del castillo, llenando el aire con un frío que cortaba la piel y dejaba un sabor amargo en los labios. Los días empezaban a acortarse, y la luz del sol, cálida y dorada durante las primeras semanas en Hogwarts, ahora se había vuelto tenue, apenas filtrándose por las altas ventanas de piedra. Para muchos de los estudiantes, este cambio de estación traía consigo una mezcla de emoción y nostalgia. A medida que el nuevo semestre avanzaba, las cartas de casa llegaban con menos frecuencia, y la sensación de estar lejos del hogar, de lo conocido, se hacía más pesada.

Sirius Black no lo diría abiertamente, pero empezaba a sentir esa carga. Aunque Hogwarts le ofrecía la oportunidad de ser quien quería ser, lejos de las estrictas reglas y tradiciones de la casa de los Black, había momentos en los que sentía una punzada de soledad. Nunca había tenido una relación cercana con su familia, especialmente con su madre, cuyo control y frialdad lo habían empujado a distanciarse desde que era niño. Sin embargo, había algo en el vacío de no recibir ninguna carta, ninguna señal de preocupación o interés, que lo afectaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Por supuesto, Sirius nunca dejaba que estos sentimientos se vieran en público. Junto a James, Remus y Peter, siempre se mostraba como el mismo chico despreocupado y carismático, el líder de las bromas, el que siempre tenía una sonrisa burlona en el rostro. Pero en las noches, cuando el castillo caía en un silencio inquietante y solo el ulular del viento se escuchaba en los corredores, había momentos en los que Sirius se quedaba despierto, mirando el techo de la habitación, preguntándose si había algo más allá de las bromas y la rebeldía.

Esa sensación de desarraigo se hizo más fuerte cuando las primeras nevadas comenzaron a caer. El paisaje exterior, antes verde y lleno de vida, se cubrió con una capa blanca que parecía borrar todo rastro de color. Las largas caminatas por el castillo, las risas en los terrenos y las tardes soleadas desaparecieron, sustituidas por días grises y un frío que calaba hasta los huesos.

Para Severus Prince, el cambio de estación también marcó un punto de inflexión. Al principio, había encontrado un pequeño consuelo en la rutina de Hogwarts, en las clases exigentes y en la compañía distante de Lucius y Barty. Pero a medida que los días se acortaban y las noches se alargaban, el peso de estar lejos de su hogar se volvió más evidente. Aunque su casa no era un lugar lleno de amor y calidez, había en ella una familiaridad que lo hacía sentir seguro. Su madre, Eileen, aunque reservada y en ocasiones distante, siempre había estado allí, y el conocimiento de que ella comprendía su secreto le daba un tipo de consuelo que ahora, en Hogwarts, no tenía.

El frío invierno acentuaba su sensación de aislamiento. Mientras otros estudiantes se reunían alrededor de las chimeneas en las salas comunes, riendo y compartiendo anécdotas de sus familias, Severus solía quedarse en las sombras, observando en silencio. No tenía muchas historias que contar de su hogar, y prefería mantener su pasado lejos de los ojos curiosos de sus compañeros de Slytherin. Lucius y Barty, aunque leales a su manera, no eran personas con las que pudiera compartir esa parte de sí mismo.

Severus no solo sentía la lejanía física de su hogar, sino también una desconexión emocional con aquellos que lo rodeaban. Hogwarts, aunque impresionante y lleno de historia, no era un lugar donde pudiera bajar la guardia. Todos parecían tener un lugar, un propósito, mientras que él, aunque brillante en los estudios, seguía sintiéndose como una sombra en los corredores, una figura que no encajaba del todo.

El comedor, siempre ruidoso y lleno de vida, se convertía en un lugar sofocante para Severus. Las conversaciones animadas de los otros estudiantes, los chistes y las risas, parecían crear una barrera invisible entre él y los demás. Mientras los grupos se formaban naturalmente, Severus se encontraba comiendo en silencio, observando desde la distancia. Los Black, Potter y sus amigos siempre estaban en el centro del bullicio, con sus bromas y carcajadas resonando por todo el comedor. Para alguien como Severus, que había crecido en un entorno donde el ruido solía ser sinónimo de conflicto, aquella alegría desenfrenada era un recordatorio constante de que él pertenecía a otro mundo.

Pero no era solo el ambiente lo que lo hacía sentir fuera de lugar. En lo más profundo de su ser, Severus llevaba un secreto que lo separaba del resto de los estudiantes. A pesar de su inteligencia y su habilidad para las pociones, siempre había una parte de él que sentía que nunca podría integrarse completamente, que siempre habría algo que lo mantendría a distancia de los demás. Ese secreto, el que solo Lucius y Barty conocían, pesaba más con cada día que pasaba. Le recordaba constantemente que, aunque estaba en Hogwarts, nunca sería igual que los demás.

Mientras los estudiantes hablaban emocionados de sus vacaciones de Navidad y de cómo regresarían a casa para pasar tiempo con sus familias, Severus sentía un nudo en el estómago. Aunque Hogwarts no era un lugar particularmente cálido para él, la idea de volver a su casa tampoco le traía consuelo. No había nada en el hogar de los Prince que lo esperara con los brazos abiertos. Su madre, aunque comprensiva, seguía atrapada en su propia melancolía, y su padre... su padre era un recuerdo distante que Severus prefería no mencionar. La casa, fría y llena de sombras, no era un refugio, sino otro lugar donde el silencio era opresivo y el tiempo parecía detenerse.

Sirius, aunque nunca lo admitiera, comenzaba a entender ese sentimiento de estar atrapado entre dos mundos. Aunque provenía de una familia rica y poderosa, su relación con los Black había sido siempre tensa. En casa, sus ideas y su deseo de ser libre chocaban con las expectativas de pureza de sangre y tradición. Y ahora, en Hogwarts, aunque tenía a sus amigos y disfrutaba de su libertad, había momentos en los que se preguntaba si alguna vez encontraría un lugar al que realmente pudiera llamar hogar.

Con cada carta que NO llegaba de su familia, Sirius sentía más la desconexión. Para él, la ausencia de noticias no era solo un alivio, sino también una herida abierta, un recordatorio de que su familia prefería ignorarlo. Aunque James y los demás lo llenaban de risas y bromas, había momentos en los que, al quedarse solo en su habitación, sentía un vacío difícil de llenar. Hogwarts, con toda su magia, no podía sustituir el anhelo profundo de pertenencia, de encontrar un lugar donde pudiera ser aceptado por quien era, no por lo que se esperaba de él.

La soledad, tanto para Sirius como para Severus, se manifestaba de maneras diferentes. Para Sirius, era una lucha interna, una guerra entre su deseo de ser libre y su necesidad de pertenecer. Para Severus, la soledad era un escudo, una barrera que había construido para protegerse de un mundo que siempre lo había rechazado. Ambos, en su propio camino, estaban aprendiendo que estar lejos de casa no solo significaba estar en un lugar físico diferente, sino también estar en un estado mental donde las antiguas certezas ya no existían.

Con el invierno en pleno apogeo, la vida en Hogwarts continuaba, pero para Sirius y Severus, el frío del exterior se reflejaba en su interior. Ambos enfrentaban sus propios demonios, lejos de los lugares que una vez llamaron hogar, y ambos comenzaban a darse cuenta de que la verdadera batalla no estaba en los pasillos del castillo, sino en sus propios corazones.

✨🌙En el Silencio de la Luna🌙✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora