Capítulo 8 - Detalles.

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Mellea.

Me despierto renovada, con una energía desbordante. Hoy es nuestro segundo día en la cabaña de lujo, y aún me cuesta acostumbrarme a los enormes ventanales que ofrecen una vista impresionante del bosque y la cascada. La luz del amanecer se filtra a través de ellos, tiñendo el espacio con un brillo dorado que me llena de vitalidad.

Recuerdo el día anterior, cuando todo comenzó con el suave murmullo de la cascada. Para mi sorpresa, Biagio se levantó temprano, decidido a prepararnos café. No pude evitar reírme al verlo luchando con la cafetera. Su expresión de frustración fue tan cómica que tuve que contenerme para no estallar en carcajadas. Desde mi lugar, le di instrucciones, divertida y con una sonrisa de oreja a oreja.

Aunque él refunfuñó diciendo que podía solo y sabe que tanto, porque su gran ego no le permitía aceptar que no supiera hacer un simple café. Pero, ¿qué podía decir? Su obstinación es parte de su encanto.

Así que mientras nos tomábamos el café y él veía unas cosas en el teléfono, decidí sorprenderlo con un desayuno especial.
Como esperaba, mis guardias, siempre presentes como secuaces, nos trajeron despensa y ropa la noche anterior. Biagio los recibió, pero yo estaba tan agotada por todas las emociones y el orgasmo alucinante que me regaló que ni siquiera escuché cuando llegaron a dejar las cosas.

Aunque Biagio no es de expresar mucho sus emociones, no puedo evitar notar cómo una ligera curva asoma en sus labios al ver la mesa preparada. Hay algo en su mirada que me hace sentir especial, como si ese gesto fuera un pequeño secreto solo entre nosotros.

Él realmente está esforzándose por ser lo más romántico posible. La forma en que se comportó cuando me pidió matrimonio y cómo actúa ahora son dos facetas de un mismo hombre que jamás había presenciado. Es como si, de alguna manera, me lo hubieran cambiado, pero al mismo tiempo, sigue siendo el Biagio que conozco.

—Huele delicioso —recuerdo que dijo, y aunque esas son solo dos palabras simples, en sus ojos definitivamente transmitía más de lo que las palabras podrían.

Pasamos esa mañana explorando la cascada. Biagio me guío por el pequeño sendero hasta el lugar exacto donde me pidió matrimonio. Allí, nos sentamos juntos, dejando que la belleza del entorno nos envolviera.

Su mano buscó la mía y cuando la tomó me dio un ligero apretón, lo que me reconforto de sobre manera. 

Por la tarde, decidimos nadar en el agua cristalina. A pesar de la naturaleza sería de Biagio se mostró juguetón, lanzándome al agua y haciéndome reír hasta que el estómago me dolió.

De regreso en la cabaña, cocinamos juntos (bueno yo cocine mientras él me hablaba y me nalgueaba cada vez que tenía oportunidad). Cenamos juntos, conversando un poco de como comenzaremos los preparativos de la boda (más de parte de mis ansias). Biagio dijo que no tenía porque estresarme por ello, ya que, tenía un buen planificador de bodas que estaba listo, para crear lo que yo deseara y decidiera en el momento que hiciera mis elecciones.

Eso me tranquilizo un poco, pero la presión de que nos casamos en tres semanas me obligara a actuar rápido. Quiero que sea algo especial para ambos, un día que recordemos con una sonrisa. 

Esa noche, nos tumbamos bajo las estrellas, y el gran ventanal que nos ofrecía una vista impresionante del cielo iluminado. Su brazo me envolvió, y aunque no dijo nada más, el calor de su cuerpo y su respiración tranquila me hicieron sentir completamente segura. Sin embargo, la tranquilidad no duro mucho; pronto nos encontramos incapaces de mantener nuestras manos y bocas quietas.

Con todos esos recuerdos en mente, me levanto un día más, sintiendo cómo la luz entra suavemente, iluminando la elegante decoración que nos rodea. Me estiro y observo el paisaje, dejando que una profunda paz me inunde. Ojalá pudiéramos quedarnos aquí para siempre, en este pequeño paraíso que hemos creado juntos.

Final LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora