Mellea.
Vuelvo a releer la receta por tercera vez, mientras mis manos amasan la masa que he hecho. La harina se adhiere a mis dedos, y el anillo de compromiso que brilla, pero no tengo intención de quitármelo incluso cocinando. Este día quiero que todo salga perfecto.
Hago una bola con la masa y la extiendo sobre la superficie plana de la isla. Precaliento el horno, sintiendo cómo el calor se anticipa, mientras guardo la harina y otros ingredientes que ya no necesito. Con el dorso de la mano, me aparto los mechones rebeldes que caen de mi moño mal hecho. No tengo tiempo para lujos, pero eso no significa que no quiera lucir bien.
Corto pedazos casi del mismo tamaño, una tarea que me resulta casi meditativa. Tomo una cucharada de la carne que preparé en la sartén y la coloco sobre la charola con cada movimiento siento una mezcla de determinación y creatividad. Hago el procedimiento unas veces más, cuando Biagio aparece en la habitación. Trae una carpeta en la mano, su cabello aún húmedo por la ducha se adhiere un poco a su frente. Lleva solo su traje, sin saco, y su camisa está desabrochada en los primeros botones, dejando al descubierto su cadena que brilla cerca de su pecho. Está listo para recibir a nuestros invitados, y esa imagen me hace sentir un cosquilleo.
—¿Te gusta lo que ves? —dice, y no puedo evitar tragarme la baba mentalmente. Su confianza es tan atrayente como su seriedad.
—Mucho —respondo, sin poder ocultar la sonrisa que se dibuja en mis labios.
—¿Todavía te falta mucho para terminar? —me pregunta, acercándose un poco más.
—No, ya estoy en lo último —le digo, sintiendo que la emoción de tenerlo cerca me inunda.
—¿Qué estás preparando? —me da un beso en la cabeza, un gesto tan tierno que me hace sonreír aún más.
—Piroshki —respondo triunfante— son unas empanadillas rusas.
Él me observa a los ojos, una ceja alzada, su expresión es una mezcla de curiosidad y escepticismo. —¿Y por qué preparar eso?
—Quiero que nuestros invitados se sientan a gusto con la comida. Preparé risotto, ensalada caprese y carpaccio, pero esto es un plus más. No quiero que Ilias diga más tarde que mi comida italiana está envenenada.
—No te preocupes por eso —me da otro besito en la cabeza, su cercanía me envuelve en una burbuja de seguridad—. Por cierto, saldré un rato a fumarme un cigarro con nuestros guardias. Necesito plantearles algo antes de que lleguen los Polyakov.
—Muy bien —respondo, sintiendo una mezcla de orgullo y ansiedad.
—Y otra cosa —alza la carpeta roja, su mirada se vuelve más seria—, voy a poner esto acá en el cajón. Tú sabes dónde está.
—De acuerdo —asiento, sintiendo la responsabilidad que implica.
—No te esmeres mucho, para que te alcances a bañar y cambiar —me ordena, su tono es firme pero no carente de cariño—. Probablemente Maggy llegue cuando hayas terminado, ella nos ayudará con la comida, así que no te preocupes por lo demás.
—Sí, cariño —le digo, entendiendo con ternura, y le doy un beso rápido, un pequeño gesto que lleva todo mi amor y mi obstinada determinación.
Mientras él se aleja y cierra la puerta tras sí, me encuentro de nuevo en mi mundo. Termino las últimas empanadas y las meto al horno. El tiempo corre, así que me apresuro a limpiar la cocina, dejando los trastes relucientes y las ollas y sartenes con la comida caliente y lista. Justo cuando el pitido del horno suena, la puerta de la entrada se abre.
Maggy aparece en mi punto de visión.
—Hola, Maggy —saludo, mientras agarro los guantes para sacar las empanadas del horno.
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Final Letal
RomansLas traiciones se pagan caro, y más si tienen fecha de caducidad. Llega el final de la historia, es momento que Mellea y Biagio, marcados por el sufrimiento, se enfrenten a sus sentimientos y busquen una tregua en medio del caos. Secretos ocultos sa...