Capítulo N°8

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Estuve más de una hora tomando una ducha para poder relajar mis nervios pues tenía presente la idea de que tal vez sea la última que pueda salir con ella y debía verme muy bien, no es algo que pueda explicar, me sentía tonto actuando de esa manera, como si fuese un adolescente intentando impresionar a la chica que le gusta y tal vez sea así pero yo nunca acepté ser voluble ante los sentimientos, la última vez que me enamoré yo quedé arruinado y destrozado, es una de las causas por la que odio la debilidad y el amor, otra también es que se pueden aprovechar de ti, pueden usarte, nunca he confiado en nadie porque al final todos pueden aprovecharse de tu amor. Siempre fue así, cada vez que cedía a mis sentimientos las personas se aprovechaban de eso para su propio beneficio, tal y como las voces lo hacen, ellas siempre se aprovecharon de mí por ser débil y carecer de carácter ante ellas.

Luego de la muerte de mi madre y de mi padre me encontraron en la calle, era una joven pareja que decidió adoptarme luego de darme refugio en su casa, mis nuevos padres me inscribieron en la mejor escuela de la ciudad, tenía excelentes notas pero por algún motivo no me sentía feliz, no me sentía completo, es más, la mayoría del tiempo creía ser solo un extraño en esa enorme mansión, la ausencia de mis verdaderos padres me afectó a nivel emocional. Sharon y Philip Lawler eran personas de la alta sociedad y según ellos debía ir a un terapeuta para poder crecer de manera correcta y sin problemas psicológicos por mi pasado. La Dr. Milia Johnson, era muy joven y yo en ese tiempo tenía solo 13 años, ella tenía 24, era una persona de lo más agradable y generosa, su presencia lograba sacarme sonrisas, sin duda me sentía más a gusto con ella que con mis padres adoptivos. Cuando salía de la escuela me dirigía hacía mi terapia con ella, era tanta mi confianza con ella que la consideraba como otra madre más, terminaba las sesiones contándome algo sobre su vida. Todos los fines de semana me llevaba a su casa para enseñarme a tocar piano lo cual no se me daba nada mal, así fueron mis días, ir a la escuela, ser un alumno destacado por mis notas, ir a mi sesión con la Dr. Milia y luego hacer tareas, empezaba a entrar a la buena rutina, la buena vida, una gran familia, era alguien con mucha suerte pero todo cambio cuando un día comencé a oír las voces, no le conté a nadie sobre eso porque ellas parecían indefensas, además, me daba mucho miedo que alguien hablase en mi mente sin mi consentimiento, sentía como si alguien me estuviesen acosando oyendo mis pensamientos, trataba de no pensar demasiado, me adentré más a los estudios y la música para evitar pensar en eso, en algún momento empecé a sentirme cómodo con los susurros constantes, en mi mente podía divisar como eran, imaginaba como serían de poder verlas en persona, me quedaba encerrado en mi habitación para poder dibujar sus rostros en mi mente, siempre hacía caso a lo que me decían porque de lo contrario ellas empezaban a volverme loco, todas hablaban al mismo tiempo, cada vez más fuerte y fue así que gracias a ellas perdí mi carácter, era solo un niño que no sabía que estaba bien o mal, creí que ellas solo estaban conmigo para protegerme y que yo las protegiera pero no, por culpa de ellas maté a mis nuevos padres, porque ellas me lo ordenaron, desde entonces las odio, Milia se convirtió en mi tutora lo que significaba que desde ese momento en adelante ella sería mi nueva mamá y debía vivir con ella porque era la única persona en la que confiaba además de que era la única persona que conocía y sabía que se podía hacer cargo de mi bienestar.

Con el pasar de los años las voces hicieron de mi un asesino hasta tal punto donde no podía dejar de matar a gente porque por más raro que sonase me encantaba verles morir y desangrarse, era una bella e inusual sensación que jamás había sentido, aprendí a ocultar mis huellas, e incluso me había vuelto famoso entre los policías aunque solo me conocían como "El Escapista" ya que no podían seguirme el rastro, dadas las circunstancias empecé a dejar mi pequeña marca en el pie de mis pobres víctimas, una carita sonriente, un circulo, dos ojos y una curva que hacía de sonrisa, muchos médicos forenses decían que él que hacía eso era alguien con problemas mentales serios, no se equivocaron, yo nunca pude salir de aquella cadena de asesinatos, cada día había un muerto más, perdía la conciencia y empezaba a matar, llevaba conmigo tres clases de cuchillos, guantes y un líquido desinfectante que ayudaba a borrar las huellas, era un asesino serio y dedicado. Cuando tuve 16, Milia trajo a casa a su nuevo novio, Bert Collins quien a mi parecer era muy guapo, él era mayor que yo con solo 3 años mientras que ella era mayor que él con 8, tenía una gran conexión con Bert, era muy considerado conmigo, era lo más cercano a un mejor amigo. Dos años más tarde Milia se casó con él ya que ella estaba gravemente enferma, tenía cáncer, lo que significaba que ella iba a morir pronto. Bert se había vuelto mi gran misterio, mi consejero y primer amor, siempre me decía que le parecía muy guapo o que tenía unos ojos preciosos y así hasta que empezó con sus insinuaciones, me susurraba cosas al oído, se acercaba a mí para accidentalmente chocar su cuerpo con el mío, yo en ese entonces era un inexperto en el amor así que fue fácil enamorarme de él, nos besábamos a escondidas de Milia, me sentía muy mal por hacerle eso a ella pero no podía decirle no a un hombre como él, dada las circunstancias Bert y yo terminamos por jurarnos estar por siempre juntos, las voces se comportaban muy raras en ese tiempo, a veces me decían que me acercase más a él y otras veces que me alejase, claramente no dude en acercarme más a él. Con la confianza que teníamos Bert me confesó que tenía problemas mentales, me sorprendió escucharle describir la misma situación psicológica que yo padecía, llegado a ese punto sentí que él y yo nos conocimos de aquella manera porque debía ser así, porque el destino nos quería juntos. Empezamos a salir más a menudo mientras Milia se encontraba en el hospital, decidí pedirle que le acompañase a matar, consideraba romántico el hecho de que compartiésemos el mismo pasatiempo, él me enseñó muchas cosas sobre cómo se movía la policía y las maneras de precaución que debía tener, me entregó una radio policíaca que le quitó a uno cuando lo pilló desprevenido en su coche comiendo, me enseñó cómo usarla y así poder saber si se acercaban a mi posición, era mi maestro y yo su fiel alumno, era un ser tan ingenuo y estúpido en creer ciegamente en él. Milia murió justo aquel día donde yo estaba en peligro de que la policía me encontrase en la escena del crimen, Bert quien ya entonces sabía en lo que estaba metido, prefirió abandonarme a mi suerte, contestó una llamada que al parecer era una enfermera diciéndole que ella estaba en sus últimos minutos de vida, Bert me abandonó con el cuerpo de la víctima y sin decir nada se fue tras de ella, me sentí tan decepcionado y traicionado, él me había dicho que jamás me abandonaría, por nada en el mundo y lo hizo por ella. Yo en ese momento estaba tan enamorado de él que pensé que jamás me dejaría de lado pero no fue así, mientras que yo me quedé ocultando los rastros de huellas él salió huyendo a ver a su esposa. Desde aquel entonces decidí controlar mis "ataques", me prometí a mí mismo no volver a enamorarme, ni a ser débil ante mis sentimientos, y miren ahora estoy intentando impresionar a alguien que creo hará que rompa mi promesa.

¿QUE QUIERES DE MI? || Dane DeHaan || GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora