• Capítulo 3 •

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[La chica misteriosa]

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[La chica misteriosa]

Elinor ajustaba con delicadeza el broche del traje de su hijo, admirando cómo el atuendo le quedaba a la perfección. Merid, sin embargo, permanecía inmóvil frente al espejo, con la mirada seria y distante. Sus ojos no reflejaban emoción, sino una mezcla de resignación y disgusto por lo que estaba por venir.

⸻Mírate, hijo, estás tan apuesto ⸻comentó Elinor con una sonrisa brillante ⸻. Hoy conocerás a una joven maravillosa, digna de ti. Estoy segura de que este día será el comienzo de algo grande.

Merid no respondió. Sus ojos seguían fijos en su reflejo, notando lo bien que lucía el traje, pero sin sentirse en absoluto conectado con la imagen que veía. El pensamiento de cumplir con las expectativas de los demás lo abrumaba.

⸻Me veo ridículo.

Elinor, ajena a la tormenta interna de su hijo, continuaba acomodando los últimos detalles, su corazón lleno de esperanza. La idea de ver a Merid formando una familia, tal vez convirtiéndose en rey algún día junto a una reina que lo amara, le llenaba de alegría.

⸻Suerte que los juegos serán en nuestro reino, ¿no lo crees? ⸻dijo Elinor, con la voz suave y maternal.

Merid apretó los labios, reprimiendo un suspiro. Sabía que para su madre todo esto tenía sentido; para ella, el deber y el amor estaban intrínsecamente unidos. Pero para él, la idea de comprometerse con alguien que no conocía, solo porque era lo esperado, le parecía casi insoportable.

Elinor se detuvo un momento, percibiendo la tensión en la mirada de su hijo. Pese a su propia emoción, intentó mostrar comprensión.

⸻Merid... ⸻dijo, colocando una mano suave sobre su hombro⸻. Muestra siempre lo fuerte y valiente que eres.

Merid asintió levemente, aunque no estaba convencido. Sabía que su madre solo quería lo mejor para él, pero ese dia solo veía un futuro incierto y lleno de responsabilidades que no había elegido.

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El lugar donde se llevarían a cabo los juegos estaba situado en una vasta llanura, rodeada de colinas onduladas y cubiertas de un verde intenso, típico del paisaje escocés. Grandes pabellones de tela gruesa y colores terrosos estaban levantados en el perímetro, adornados con estandartes que ondeaban con el viento fresco del campo. Los diseños de los estandartes representaban los emblemas de las distintas familias y clanes, añadiendo un toque de orgullo y rivalidad a la atmósfera festiva.

La música tradicional, interpretada por gaiteros y tambores, llenaba el aire con un sonido solemne y alegre al mismo tiempo, evocando el espíritu antiguo de la tierra.

Los niños correteaban por las áreas especiales diseñadas para ellos. Habían juegos rústicos montados con cuerdas y maderas, en los que los pequeños intentaban subir o saltar con destreza. Otros jugaban a perseguirse entre los barriles vacíos o rodaban por las suaves colinas cercanas, sus risas resonando en el aire. Los padres los observaban desde los costados, algunos compartiendo charlas animadas mientras bebían o comían.

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