Capitulo 7:El callejón de la melancolía.

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Lauren Mcklein

Había pasado ya un día Desde que en casa de Fred. La verdad, aún me costaba procesar lo que había pasado anoche. Me sentía vulnerable y, aunque sabía que Fred no era del tipo que juzgaba o hacía preguntas innecesarias, me seguía costando aceptar que alguien viera mis heridas. Nunca me había sentido tan expuesta frente a nadie. Pero desde entonces, algo había cambiado entre nosotros. Sin hablar mucho,Fred a su manera me invitó a salir, un poco a fuerzas la verdad,aunque esta vez todo parecía un poco más raro de lo habitual.

Fred no había dicho a dónde iríamos, pero confiaba en él, por extraño que sonara. Caminábamos en silencio, el sonido de nuestros pasos resonando en las calles tranquilas. No había mucha gente fuera, y las luces de los faroles hacían que el ambiente se sintiera más pesado de lo que realmente era.

Fred iba unos pasos por delante de mí, sin apuro. Su forma de caminar siempre me había parecido curiosa, como si el mundo no pudiera apresurarlo. Parecía tranquilo, pero después de lo que había pasado, me daba la impresión de que estaba pensando más de lo habitual. Tampoco quería preguntar. Si algo había aprendido de Fred, era que él no soltaba nada a menos que quisiera hacerlo.

—¿Seguro que no me vas a decir a dónde vamos? —pregunté, más por llenar el silencio que por obtener una respuesta.

Fred me lanzó una mirada de reojo, apenas visible bajo la luz tenue.

—Te lo dije. Lo verás cuando lleguemos.

Suspiré, pero lo dejé estar. Era típico de él no dar respuestas claras. Seguimos caminando, y poco a poco, empecé a darme cuenta de que el vecindario estaba cambiando. Las casas parecían más viejas, algunas ventanas estaban rotas y los grafitis adornaban las paredes de ladrillo.

Lo reconocí al instante.

Ese peligroso barrio al cual intenté seguirlo alguna vez,aún tenía el recuerdo de ese día.Cuando el pervertido se acercó a mi y empezó a toquetarme.

Mi corazón empezó a acelerarse un poco, no de miedo exactamente, pero sí de intriga. ¿Por qué me había traído aquí?

—¿Fred...? —mi voz sonaba más insegura de lo que pretendía—. ¿Por qué aquí?

—Es un lugar que me gusta. —Se encogió de hombros, como si eso fuera suficiente explicación. Pero lo conocía lo suficiente como para saber que había algo más detrás.

Fred se detuvo frente a una pared de ladrillo a la que no le había prestado mucha atención antes. Me di cuenta de que no era solo una pared cualquiera. Parecía que algunas partes estaban más desgastadas, como si alguien hubiera movido las piedras una y otra vez. Me quedé observando mientras Fred, en silencio y con una naturalidad inquietante, empezó a desplazar algunas de ellas. Era un pequeño gesto que abría un pasaje oculto, apenas visible si no sabías que estaba allí.

—¿Qué es esto? —pregunté, sorprendida.

Fred no respondió de inmediato. Simplemente terminó de apartar lo necesario para que pudiéramos pasar y luego me miró, dándome una leve señal con la cabeza para que lo siguiera. Dudé por un segundo, pero la curiosidad pudo más.

Cuando crucé el umbral, el aire cambió. No era solo un callejón oscuro y abandonado, era algo más. La vegetación crecía enredada por todas partes, enredaderas cubrían las paredes como si el tiempo hubiera hecho su trabajo, pero a la vez, no sentí miedo. De hecho, la atmósfera era extrañamente acogedora. El lugar estaba lleno de pinturas colgadas por las paredes, todas con una vibra melancólica y triste. Había paisajes desolados, rostros sin sonrisa, colores apagados que transmitían algo profundo, casi como si las imágenes estuvieran hablando del dolor que uno no podía expresar con palabras.

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