+21 La Legión de las Damas

Capítulo 7

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Primera cita

Sophia.

Afortunadamente, estoy a punto de llegar a casa después del entrenamiento. Me siento ligera, pero también llena de energía.

Entro a casa y, una de las sirvientas me recibe con una sonrisa.

— Buenas tardes, señorita Sophia — dice —. Sus padres llegaron hace aproximadamente media hora con su tía. Me pidieron que, al llegar usted, pasara al despacho con ellos — me mira esperando una respuesta.

— Primero, ¿dónde está Samantha? — pregunto con curiosidad.

— Está en el jardín trasero, pero sus padres mencionaron que... — sin escuchar más, me dirijo al jardín, ya no me interesa lo que tenga que decir.

Salgo al jardín, efectivamente, ahí está mi Estrellita.

— ¡Sophia! — grita al verme, y corro hacia ella.

Nos abrazamos con tal fuerza que me llena de consuelo, dándome lo que más deseo y la fuerza para seguir adelante. Desde el primer instante en que la conocí, he cultivado un amor que aún no comprendo del todo, pero siento que una parte de ella también es mía.

— ¿Cómo te fue en el paseo familiar? -le pregunto.

— Como te conté la otra noche, me encanta ir allí — responde con entusiasmo.

— Bueno, te dejo aquí leyendo, voy a saludar a la tía Angélica — ella asiente con una sonrisa.

Me alejo de ella tras darle un suave beso en la frente. Me alegra verla en paz, eso es lo que deseo, que nadie la incomode ni la moleste.

Avanzo hacia el despacho, pero en el camino me cruzo con Rose. Le hago un gesto para que me siga, decidida a aclarar de una vez los pasos a seguir y tener una conversación.

— Buenas tardes — digo al entrar, y allí están las tres personas que esperaba. Me acerco a mi tía para saludarla como se debe y me siento en uno de los pequeños sofás del despacho, mientras los demás se acomodan en los otros asientos. — Vamos al grano.

— Sophia, por favor, salúdanos como es debido una vez en tu vida — dice mi madre.

— Madre, lamento decirte que no tengo tiempo para eso ahora — le contesto.

— Julia, sería sensato que guardes silencio si deseas quedarte aquí — replica mi padre — además, tu hija es como mi hermana y yo, a ninguno de nosotros nos gusta tanta formalidad. — Ella frunce el ceño, claramente molesta.

— Como ya saben lo que está ocurriendo, debemos presentarnos mañana en el funeral de Arlina — explico — pero antes de entrar en detalles, hay algo que debo comunicarles.

— Lamento sinceramente la pérdida de una de tus piezas importantes — dice mi tía — pero no entiendo cuál es mi papel en todo esto.

— Tía, eres la única que realmente necesito aquí, más que nadie sabe que todo este lío es culpa de tu familia — la señalo con firmeza — así que te requiero y lo sabes muy bien.

— Lo siento, Sophia, pero no soy responsable de esos acuerdos familiares — responde con un tono de disculpa — lamento lo que está sucediendo, pero no quiero involucrarme en esto.

— Tía, seré clara contigo — intercambiamos esas miradas que nos definen como una familia fuerte — hay un visitante en la ciudad que nos interesa a las dos, incluso a mi padre.

— ¿De quién hablas? — inquiere mi padre, curioso.

— De Franco Bianco, tu hermano menor — le digo con un gesto de desagrado al mencionar su asqueroso nombre.