Capitulo 3

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(Aún no se como escribir el acento Cubano de Celeste sin que parezca raro, imaginen su acento).

Los primeros rayos de sol se filtraron por las persianas de la casa de Edgar, iluminando lentamente las habitaciones donde los hermanos Nibbal dormían. Amara fue la primera en despertar, como siempre, acostumbrada a levantarse antes del amanecer. Se desperezó en silencio y, con un suspiro, se dirigió hacia la ventana. Afuera, la oscuridad aún dominaba, pero el tenue brillo del alba comenzaba a delinear los árboles del jardín.

A su lado, Alden se removió entre las sábanas. Los párpados le pesaban, pero al sentir el movimiento de Amara, abrió los ojos y vio la luz del día empezando a asomarse.

-Ya es hora -murmuró, aunque no hacía falta decirlo. El reloj marcaba las 4:30 de la madrugada.

-Sí, lo sé -respondió Amara, estirándose antes de caminar hacia la puerta-. Vístete, nos encontramos abajo.

Se turnaron para cambiarse. Beckett fue el siguiente en levantarse, todavía adormilado pero en silencio como siempre, mientras Amara se movía con determinación, sacando la ropa del bolso que había empacado apresuradamente la noche anterior. Nora fue la última en despertar, levantándose con desgana. A pesar de estar completamente alerta, seguía envuelta en su propia burbuja, con los auriculares puestos desde el momento en que sus ojos se abrieron. No pronunció palabra mientras los otros tres hermanos se turnaban en el pequeño baño para asearse y cambiarse de ropa.

Beckett, siempre el más pragmático, fue el primero en terminar y bajó las escaleras, seguido por Alden, que se puso una camiseta y una chaqueta rápidamente. Amara miró a Nora una última vez antes de salir, asegurándose de que su hermana menor también estuviera lista. Nora asintió distraídamente y ajustó sus audífonos antes de seguirla.

Al llegar al piso de abajo, el bullicio en la cocina y el comedor ya había comenzado. Los familiares ya despiertos, incluyendo a Celeste, estaban ocupados en varias tareas. Celeste, como de costumbre, tenía sus audífonos puestos, limpiando el piso con una escoba en una mano y el trapeador en la otra, pero era evidente que dedicaba más tiempo a bailar que a limpiar realmente.

-Mañana típica de Celeste -murmuró Alden con una sonrisa irónica mientras la observaba girar en su propio mundo, moviéndose al ritmo de la música que solo ella escuchaba.

-Al menos alguien está de buen humor -comentó Amara, un poco más seria. No podía dejar de pensar en los problemas del negocio, pero trató de no mostrarlo.

Los hermanos se fueron acercando a los familiares que ya estaban despiertos, saludando uno por uno. El ambiente era tranquilo, familiar, pero con esa energía contenida que siempre flotaba en las reuniones familiares de los Nibbal, donde cada conversación sobre los negocios traía consigo la sombra de sus oscuros intereses. Después de los saludos, los cuatro hermanos se acomodaron en un gran sillón, donde empezaron a hablar en voz baja sobre cómo iban las cosas en el restaurante.

Nora, por su parte, permanecía en su propio mundo, con los auriculares puestos, escuchando música mientras observaba la conversación sin involucrarse del todo. La tensión en la familia siempre parecía pasarle de largo, como si prefiriera mantenerse al margen de las decisiones que tarde o temprano tendría que enfrentar.

...

La sala del abuelo estaba impregnada del aroma de los cigarros que solía fumar mientras sostenía reuniones familiares. Las luces tenues creaban un ambiente tenso, y los miembros de la familia Nibbal debatían sobre el futuro de Nora. Los rostros serios de los mayores reflejaban la gravedad de la situación.

-Debemos tomar una decisión sobre Nora -comenzó Lionel, el padre de Amara, con la mirada fija en la mesa-. Si la enviamos a un instituto común, puede correr un gran riesgo. No podemos arriesgarnos a que termine descubriendo lo que hacemos.

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