Capitulo 5

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Amara estaba en su dormitorio, frente al espejo, observando el vestido de novia que acababa de recibir. La tela caía con gracia, pero la frustración la invadía al no poder alcanzar el cierre en la espalda. Intentó una vez más, torciendo el cuerpo con incomodidad.

—¡Maldición! —murmuró entre dientes, esforzándose por estirar el brazo lo suficiente.

Justo en ese momento, escuchó un leve golpe en la puerta, y Nicolás, el guardaespaldas enviado por su padre, entró sin esperar respuesta. Su figura alta y seria contrastaba con la suavidad del entorno. Él bajó la mirada un segundo, como si intentara no invadir la intimidad de Amara más de lo necesario.

—Señorita Nibbal, su padre me pidió que le informara que habrá una reunión urgente. Todos estarán fuera de la casa. La señorita Nora tiene clases de guitarra, y sus hermanos Alden y Beckett han salido de caza. —dijo Nicolás con un tono profesional, sin perder la compostura.

Amara lo observó brevemente por el espejo, sin girarse del todo.

—Está bien, Nicolás. Gracias por la información. Ahora sal. —respondió con frialdad, aún peleando con el cierre del vestido.

Nicolás asintió en silencio y se retiró, cerrando la puerta detrás de él. Amara resopló, volviendo a su infructuosa lucha con el cierre. Esta vez, tiró con fuerza, pero sus dedos simplemente no alcanzaban, de un momento a otro gritó de frustración.

Unos segundos después, escuchó los pasos apresurados de Nicolás subiendo las escaleras y, antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió de golpe. Nicolás estaba de pie, alerta, buscando señales de peligro.

—¿Todo bien, señorita? —preguntó, manteniendo la postura de guardaespaldas eficiente, aunque sus ojos no podían evitar notar el estado en que estaba Amara.

Ella, por un momento, se quedó en silencio, sintiendo cómo la incomodidad la invadía, pero también la sensación de que no tenía alternativa.

—Sí… todo bien. —respondió Amara con tono serio, cruzando los brazos—. Aunque necesito que me ayudes con esto. No alcanzo el cierre.

Nicolás se quedó quieto un instante, pero luego asintió en silencio. Su trabajo era protegerla y, si eso incluía asistirla en algo como esto, no iba a discutir. Caminó hacia ella con pasos firmes, y Amara se dio la vuelta, dándole la espalda para que él pudiera subir el cierre.

Con movimientos precisos y seguros, Nicolás tomó el cierre del vestido y lo subió con facilidad. Amara cerró los ojos un momento, sintiendo la tela ajustarse a su cuerpo. Nicolás, una vez completada la tarea, volvió a su posición cerca de la puerta, siempre vigilante.

—Gracias. —murmuró Amara, más por cortesía que por verdadero agradecimiento.

Nicolás no dijo nada, simplemente inclinó levemente la cabeza en señal de reconocimiento. Amara se miró al espejo, observando cómo el vestido realzaba su figura. Se veía perfecta, pero no pudo evitar soltar un susurro mientras pasaba una mano por su abdomen.

—Quizá debería hacer un poco de dieta… —murmuró, mirando las suaves curvas que el vestido dibujaba en su cuerpo.

Nicolás, quien había permanecido quieto junto a la puerta, no pudo evitar notar lo que Amara decía. Era irónico que se preocupara por su figura cuando su dieta era lo suficientemente limitada como para que se mantuviera delgada. De hecho, a pesar de todo, Amara era una de las mujeres más esbeltas que había visto.

—Señorita… —comenzó a decir, pero se detuvo al notar el tono de su propia voz.

Amara levantó la mirada del espejo y lo observó por el reflejo. No dijo nada, pero sus ojos, aunque serenos, parecían pedir que no continuara. Nicolás comprendió el mensaje y decidió quedarse en silencio, regresando a su rol de protector, siempre vigilante pero nunca invadiendo.

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