Era un día nublado, y la atmósfera en la habitación de Amara era tensa. Sus hermanos, Alden y Beckett, estaban ayudándola a empacar, mientras Nora intentaba mantenerse fuerte, aunque las lágrimas se escapaban de vez en cuando. Alden, al notar la tristeza de su hermana, la molestó de manera juguetona.—¿A dónde vas con esa cara de funeral? —dijo, sonriendo mientras la correteaba por toda la habitación.
—¡Cállate, Alden! —gritó Nora entre risas y lágrimas.
Beckett, con su habitual seriedad, interpuso su brazo en el camino de Nora, deteniéndola.
—Un momento, hermana. No puedes salir sin un golpe de la verdad.
Nora se rió y se dejó llevar por el juego, golpeando a su hermano con un cojín. Mientras tanto, Amara observaba la escena, sintiendo una mezcla de alegría y tristeza. Sabía que pronto se mudaría a una nueva casa con Alessandro, y aunque su familia estaba ahí, una parte de ella se sentía sola.
Finalmente, se despidieron de su antigua habitación, ahora vacía, y Amara se sentó en el suelo, rodeada de cajas y recuerdos. Sus pensamientos la atormentaban, y la presión de mudarse con alguien que no sabía si amaba la abrumaba. Justo cuando estaba sumida en sus reflexiones, sintió que alguien iba a abrir la puerta. Con un suspiro, se enderezó, preparándose para poner su fachada de fortaleza. Al abrirse la puerta, se sintió un poco más tranquila al ver que era Nicolás.
—Es hora de irse —anunció, su voz seria.
Amara asintió, sintiendo un alivio momentáneo. Se levantó del suelo, limpiando las arrugas de su vestido, y juntos se dirigieron a la camioneta. Se despidió de sus hermanos y de sus padres con la mano, recibiendo un abrazo de Nora, quien era la más sensible de la familia. Mientras se acomodaba en el asiento del copiloto, sintió que la familiaridad de estar cerca de Nicolás la tranquilizaba.
Mientras conducía, Nicolás notó que Amara parecía incómoda. A pesar de que debía mantener una apariencia seria, había algo en la atmósfera que le decía que ella necesitaba un pequeño alivio. Así que decidió hacer una parada rápida en una heladería cercana.
—¿Te gustaría comer algo? —preguntó, intentando romper el hielo.
—No sé… no tengo mucha hambre —respondió Amara, pero su tono era menos firme.
—Un helado siempre alegra el día. ¡Voy a por uno! —dijo Nicolás, y antes de que pudiera protestar, salió del vehículo.
Amara se sentó en una banca frente a la heladería, mirando el entorno con nostalgia. Al poco rato, Nicolás regresó con un helado de mora en mano.
—Aquí tienes, tu favorito —dijo, entregándoselo con una sonrisa que, aunque discreta, era genuina.
Amara sonrió al ver el helado. El sabor a mora le traía recuerdos de su infancia, y en un breve instante, sintió una extraña familiaridad con Nicolás, como si se conocieran de algo más que solo este momento. Sin embargo, no le dio demasiada importancia.
—Gracias. Sabes que me encanta la mora —respondió, tomando un bocado.
Amara, entre risas, dijo —. siempre me parecieron las más deliciosas.
El ambiente se volvió más cálido, pero Nicolás sabía que debía mantener un semblante serio al ser el guardaespaldas de Amara. Sin embargo, en esos momentos, la tensión se disipaba un poco y él disfrutaba la conexión que estaban forjando.
Cuando terminaron el helado, regresaron a la camioneta. A medida que conducían hacia la nueva casa, Amara sintió una mezcla de emoción y miedo.
—¿Estás bien? —preguntó Nicolás, notando su silencio.

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Canibbals
AcakAmara Nibbal es una mujer de 22 años, vive con sus tres hermanos y sus padres, desde los 10 fue obligada a entrar en el negocio familiar y a dejar sus estudios normales a unos más privados, se quedo sin amigos, perdió todo contacto con el exterior. ...