Capitulo 2

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El amanecer bañaba el horizonte mientras los hermanos Nibbal se preparaban para un nuevo día. Beckett tomó el volante de la camioneta, como siempre, mientras Alden se acomodaba en el asiento del copiloto, con la mente aparentemente en otro lugar. Detrás, en el asiento trasero, Nora miraba por la ventana, su rostro impasible. Junto a ella, Amara observaba el paisaje con la misma calma meticulosa que usaba en todo lo que hacía.

La madre había decidido que Nora debía asistir a una escuela normal. Para ella, era una estrategia perfecta para socializar a su hija menor y así asegurar que, en el futuro, pudiera atraer nuevas oportunidades para el negocio familiar. Nora, quien no había pasado por el encierro absoluto que habían vivido sus hermanos mayores, se convertía en objeto de envidia para los demás miembros de la familia. Todos excepto Amara, Beckett y Alden. Para ellos, Nora era una pequeña joya que protegían en silencio, aunque no lo demostraran con gestos cariñosos evidentes.

El trayecto hacia el instituto transcurrió en completo silencio. El sonido del motor era lo único que rompía la quietud dentro de la camioneta. Nora apoyaba su frente contra el cristal, sus ojos enfocados en el mundo exterior. Amara la observaba de reojo, notando su tranquilidad. Mientras tanto, Beckett y Alden seguían en su propio mundo, los dos hermanos mayores sabían que después de dejar a Nora, la verdadera jornada apenas comenzaba.

—Llegamos —anunció Beckett con voz baja, deteniéndose frente a la entrada del instituto.

Nora abrió la puerta y bajó sin decir palabra, solo les dirigió una última mirada antes de desaparecer tras las puertas del edificio. Amara la siguió con la vista un momento antes de que Beckett arrancara de nuevo, dirigiéndose hacia los bosques que rodeaban la fábrica familiar.

Mientras se adentraban en los sinuosos caminos rodeados de árboles, Amara sentía la habitual calma previa a un largo día de trabajo. A su lado, Alden seguía perdido en sus pensamientos, y Beckett se concentraba en la carretera. El bosque era espeso, y la fábrica se alzaba lejos de cualquier mirada curiosa.

Al llegar, los tres hermanos descendieron de la camioneta y se dirigieron al edificio. Allí, siguiendo la rutina, entregaron sus identificaciones, tomaron sus gafetes y se prepararon para el proceso de sanitización. Las batas blancas, los lentes de protección y las mascarillas ya eran parte de su vestimenta habitual. Todo estaba programado y cronometrado a la perfección.

Ya dentro, cada uno se separó para ir a su propia "oficina". Beckett y Alden se dirigieron hacia la cocina principal, mientras Amara se encargaba de reemplazar a una trabajadora que no había podido asistir por enfermedad. Su tarea de hoy era sellar cajas de mercancía y etiquetarlas correctamente para su distribución.

Amara se movía con precisión, trabajando en las cajas con rapidez y eficiencia. Cuando tuvo las primeras cinco listas, se dirigió al área de carga, donde su prima Celeste la esperaba con su habitual sonrisa y energía vibrante. El contraste entre Celeste y la familia Nibbal era evidente; su marcado acento cubano, su risa contagiosa, y esa chispa de alegría que siempre traía consigo, eran algo que Amara secretamente admiraba.

—¡Amara! ¡Qué sorpresa verte por aquí hoy! —exclamó Celeste, cargando las cajas en su camión—. ¡Vaya cajas pesadas que me has traído!

—Cinco para hoy —respondió Amara con una pequeña sonrisa—. Dos para el restaurante y tres para los supermercados.

Celeste asintió mientras verificaba las direcciones y organizaba las cajas en la parte trasera del camión. Amara, como de costumbre, se tomó un momento para admirar el cabello rizado y moreno de su prima, un símbolo de la vitalidad que Celeste irradiaba sin esfuerzo.

—¿Te quedas un rato? —preguntó Celeste con su habitual tono animado.

—Un rato —respondió Amara.

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