Capítulo 9: La Revelación

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Con un movimiento decidido, le quité la mordaza a mis 3 amigos, pero dejé a Sofía, la novia de Javier, amordazada. Sus ojos se abrieron como platos al ver mi rostro; el terror se reflejaba en sus miradas.

—¿Quién eres? —preguntó Javier, el primero en darse cuenta de la situación.

Los demás comenzaron a gritar, pero levanté la mano y dije solo una frase que los hizo callar. Recordaron aquella frase que solíamos repetir en la universidad: “La verdad siempre sale a la luz.”

—¿Eres Lion? —preguntó Carlos, otro de mis amigos, con incredulidad.

Asentí con la cabeza. Las miradas de confusión se transformaron en miedo. “¿Qué estamos haciendo aquí?” preguntó Luis, mientras intentaba liberarse de las ataduras.

Con una sonrisa sombría, me acerqué a ellos y comencé a explicarles por qué estaban allí. “La humanidad no es lo que aparenta,” comencé, sintiendo cómo la ira fluía en mis palabras. “Son sucios, hipócritas. Creen que hacen cosas buenas, pero ocultan su lado oscuro.”

Mientras hablaba, podía ver cómo sus rostros cambiaban, cómo el miedo se apoderaba de ellos. Les conté sobre las risas que habían compartido mientras me ignoraban, sobre las veces que me habían dejado atrás cuando más los necesitaba.

—Ustedes son parte del problema —continué—. Se ríen y actúan como si todo estuviera bien, pero saben que hay sombras en sus corazones. La verdadera naturaleza humana es despreciable.
La habitación se llenó de un silencio pesado mientras mis palabras calaban hondo. Sabía que estaban comenzando a entender, aunque no quisieran aceptarlo.

“Hoy van a aprender lo que significa vivir con miedo,” les dije con una voz fría y calculadora. Mientras hablaba, me movía entre ellos como un depredador acechando a su presa. Cada uno de ellos era un recordatorio de lo que había perdido, y ahora era mi turno de hacerles sentir el dolor.

Comencé a planear cómo haría que sufrieran, cómo revelaría su hipocresía ante sus propios ojos. La noche apenas comenzaba, y estaba decidido a convertirla en un juego aterrador donde ellos serían los protagonistas del horror.

Mientras continuaba hablando, noté cómo Sofía luchaba contra sus ataduras con desesperación. Su mirada suplicante me hizo dudar por un instante, pero rápidamente la deseché. No había lugar para la compasión en este juego; solo quería verlos sufrir.

“Voy a ser su sombra,” murmuré para mí mismo mientras me preparaba para llevar a cabo mi plan. La oscuridad era mi aliada, y mis nuevos poderes me hacían sentir invencible.
Así comenzaba la verdadera cacería: una búsqueda para hacerles recordar cada momento en que habían fallado como amigos y como seres humanos…

Sombra Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora