Capítulo 2: La Transformación

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La tensión en el aire era palpable. Después de la confrontación con mi padre, mi mente estaba en un torbellino. No podía creer lo que había descubierto ni lo que significaba para mí. Sin embargo, antes de que pudiera procesar todo, sentí un golpe seco en la nuca y el mundo se desvaneció a mi alrededor.

Cuando volví en mí, me encontraba en un lugar familiar pero aterrador: el laboratorio de mi padre. Las luces brillantes iluminaban las paredes cubiertas de extraños gráficos y fórmulas. Mi cuerpo estaba atado a una mesa fría y metálica, y el eco de mis propios latidos resonaba en mis oídos. A lo lejos, vi la figura de mi padre, su rostro lleno de una mezcla de furia y determinación.

—¿Qué has hecho, Lion? —preguntó, su voz grave resonando en el espacio—. Has puesto en peligro todo lo que he trabajado por lograr.

Intenté hablar, pero mis palabras se ahogaron en un nudo de miedo. La mirada de mi padre se tornó más intensa mientras se acercaba a mí con una jeringa en la mano.

—Esto es por tu propio bien —dijo con voz fría—. Necesito que entiendas lo que significa ser parte del futuro.

Sentí cómo la desesperación se apoderaba de mí mientras él inyectaba un líquido oscuro en mi brazo. El ardor se extendió rápidamente por mis venas, y un temblor recorrió mi cuerpo. Mis músculos comenzaron a contraerse involuntariamente, y una sensación indescriptible llenó mi ser.

—No te preocupes —murmuró mi padre—. Solo te estoy mejorando.

Pero algo salió mal. En lugar de sentirme fuerte y poderoso, empecé a experimentar un dolor agudo que me atravesaba como si estuviera siendo desgarrado desde adentro. Mis gritos resonaron en el laboratorio, pero eran solo ecos de la agonía que me consumía.

De repente, todo se volvió oscuro. Cuando volví a abrir los ojos, vi mis manos: estaban pálidas y desproporcionadas, con garras afiladas que emergían de mis dedos. Miré hacia el espejo cercano y vi mi reflejo: mis ojos eran rojos como brasas ardientes, mi cabello negro como la noche y mis dientes afilados como cuchillas.

El horror me invadió al darme cuenta de lo que había sucedido. Mi padre había intentado transformarme en algo que no era, y ahora era un monstruo.

En medio de mi confusión y desesperación, escuché gritos desgarradores provenientes de la planta baja. Era mi madre. Ella había bajado corriendo al escuchar el caos del laboratorio.

—¡Lion! —gritó con terror—. ¿Qué le has hecho?

La puerta del laboratorio se abrió de golpe y vi a mi madre entrar, su rostro lleno de horror al ver lo que había sucedido. Intentó acercarse a mí, pero el miedo brillaba en sus ojos.

—¡Detente! —gritó ella a mi padre—. ¡No puedes hacer esto! ¡Es tu hijo!

Mi padre giró hacia ella con una expresión fría e implacable.

—¡Cállate! —rugió—. No entiendes nada.

En un instante que pareció durar una eternidad, la situación se tornó caótica. Mi madre intentó protegerme, pero su amor solo provocó la furia desenfrenada de mi padre. Con un movimiento rápido y brutal, él levantó un objeto pesado del laboratorio y se lo lanzó a ella sin dudarlo.

El sonido del impacto resonó en mis oídos mientras veía a mi madre caer al suelo, su cuerpo inerte y su mirada vacía. Un grito desgarrador escapó de mis labios; el dolor y la rabia se apoderaron de mí como nunca antes lo había sentido.

En ese momento, comprendí que ya no era solo Lion Montoya; era algo más oscuro y peligroso. La transformación había sido completa y irreversible. Mi mente luchaba entre el deseo de venganza y el horror por lo que había perdido.
Con un rugido ensordecedor, me liberé de las ataduras que me mantenían prisionero. La furia me consumía mientras miraba a mi padre con ojos rojos brillantes llenos de odio.

Ahora estaba listo para enfrentar a quien había sido responsable de esta pesadilla…
Y así comenzaba una nueva etapa en mi vida: no solo como víctima del experimento fallido de mi padre, sino como un monstruo sediento de justicia…

Sombra Entre SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora