Sombra Entre Sombras

Capítulo 3: La Confrontación

La atmósfera en el laboratorio era tensa y cargada de un aire eléctrico. Mi padre, el Dr. Julián Montoya, intentaba hablarme con una calma que me irritaba aún más. Su voz resonaba en mis oídos, pero estaba tan consumido por la rabia que apenas podía escuchar sus palabras.

—Lion, lo que hice fue para crear algo hermoso —comenzó, sus ojos brillando con una mezcla de locura y convicción—. Un arma letal para el gobierno, para la NASA, para aquellos que lo necesitan. No estoy loco; soy un científico honrado.

Su discurso me resultaba absurdo. ¿Cómo podía pensar que lo que había hecho era justificable? Mi mente estaba en llamas, y no podía soportar su intento de racionalizar lo irracional. La transformación me había dejado con una sed insaciable de venganza.

—¡Cállate! —grité, sintiendo cómo la furia se apoderaba de mí—. ¡No tienes idea de lo que has hecho!

Sin pensarlo dos veces, lancé mi cuerpo contra él. La fuerza de la rabia y la desesperación me impulsó a actuar. Mis garras afiladas se hundieron en su pecho con una facilidad aterradora. La mirada de sorpresa en su rostro fue un momento que atesoré; por fin, veía el verdadero horror de sus acciones.

Mientras él intentaba zafarse, lo empujé hacia atrás con tal fuerza que se estrelló contra la mesa del laboratorio. Los frascos y los instrumentos volaron por los aires, haciendo un ruido ensordecedor al romperse en mil pedazos.

Mi padre cayó al suelo, y antes de que pudiera levantarse, me abalancé sobre él nuevamente. Con un movimiento rápido y brutal, le rasgué el brazo con mis garras, dejando un rastro de sangre oscura que manchó el suelo blanco del laboratorio.

—¡Esto es por mi madre! —grité mientras continuaba atacándolo. Cada golpe era un eco de mi dolor y mi ira acumulada. Sus gritos se mezclaban con los ruidos del caos a nuestro alrededor.

Con cada zancada hacia él, sentía cómo la bestia dentro de mí tomaba el control. Le arranqué parte del rostro con un mordisco feroz, sintiendo su carne ceder entre mis dientes afilados. La visión del horror en sus ojos me llenó de una satisfacción oscura; finalmente estaba tomando el control de mi vida.

Mi padre intentó hablarme, pero solo pudo emitir sonidos incoherentes entre sus gritos de agonía. Cada palabra que salía de su boca era un recordatorio de su locura y su egoísmo.
Con un último impulso de fuerza, le atravesé el corazón con una garra, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía bajo mí antes de quedar completamente inmóvil. El silencio se apoderó del laboratorio mientras yo me quedaba allí, respirando pesadamente y empapado en su sangre.

En ese momento, comprendí la magnitud de lo que había hecho. No solo había matado a mi padre; también había perdido cualquier rastro de humanidad que quedaba en mí. La furia se desvaneció lentamente, dejando solo un vacío helado donde alguna vez hubo amor y respeto.
Mientras miraba el cuerpo sin vida de mi padre, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos rojos como brasas. Había buscado justicia por mi madre, pero ahora solo había más dolor y soledad.