Capítulo 8

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La ficha de la Dama de hierro

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Sophia.

— Rose, estamos cerca del objetivo — le transmito a través de mi dispositivo — necesito que te pongas en contacto aquí en Londres con una de las fichas que requiero para después del enfrentamiento.

— Ya la he contactado y está en camino — responde ella.

— Asegúrate de que la vigiles bien, que venga sola — le indico — sabes cuál es el protocolo para estos movimientos.

— No te preocupes, sé cómo manejar la situación — menciona.

Hemos llegado al lugar indicado por el ojo virtual y nos encontramos frente a un restaurante; parece que está adentro con alguien.

El ojo virtual me muestra a una mujer de piel morena clara y cabello negro, la observo de perfil.

— Rose, cambia el ojo a otra cámara del restaurante — le indico — solo puedo verla de perfil.

— Eso es porque es una de las tácticas que usamos para evitar que las cámaras nos detecten correctamente.

— Tienes razón, voy a entrar.

— No, espera a que ella salga — replica — se dará cuenta de que algo no está bien.

— Esperaré cinco minutos — indico.

— Por favor, Sophia — me reprocha — desearía que Muralla estuviera aquí, ten un poco de paciencia.

— Sophia, sin duda, eres parte de nuestra familia — susurra mi tía. — Ella está saliendo, pero no viene sola.

— Tía, necesito que distraigas a su acompañante — ordeno.

— Tranquila, sé cómo hacerlo — sonríe.

Al entrar en un callejón cercano, mi tía se dirige sin dudar hacia el hombre que la acompaña, lo noquea con un suave golpe en la tráquea y lo deja inconsciente. Escapa del lugar sin que la ficha se dé cuenta, esa es una de nuestras destrezas.

Ella observa con una calma inquietante, sin moverse, como si aguardara a su oponente. Yo decido situarme a unos diez metros de distancia, a la vista.

Lo único que puedo distinguir es su expresión sádica, una lección de cómo intimidar a un agresor, pero conmigo no funciona, ya sé cómo se desarrolla la situación.

Sus movimientos son tan rápidos como los míos, y en menos de tres segundos estamos en plena lucha cuerpo a cuerpo.

Patadas y puños vuelan.

Ella me derriba con un golpe certero en el abdomen que me deja sin aliento, pero logro recuperar el aire al instante y la desestabilizo al enredar mi pierna con su tobillo.

Nos levantamos del suelo al mismo tiempo; ella lanza un puñal que consigo esquivar, apenas rozando mi brazo.

Con determinación, me lanzo para derribarla, pero ella se aparta con una patada precisa en mi espalda. Caigo al suelo y, cuando intenta subirse sobre mí para atacarme con otro puñal que sostiene, ruedo mi cuerpo rápidamente y me levanto con agilidad.

Regresamos a la lucha, intercambiando golpes y patadas, como si estuviera enfrentándome a mi propia sombra, pues sus movimientos son un reflejo exacto de los míos.

Sin embargo, noto que su energía se está desvaneciendo, lo que se convierte en mi ventaja. Su respiración se vuelve errática por el cansancio, así que con una patada certera la derribo, aunque no pierde el conocimiento.

La Legión de las DamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora