Rosas para Baekhyun (ChanBaek)

Capítulo 4

El balón picó en el tabloncillo con fuerza mientras las pizadas del jugador se acercaban al aro. El contador encima del aro estaba llegando al final y él, a sabiendas de que era lo que mejor sabía hacer, posicionó los pies y calculó el valioso tiro que llevaría a su equipo a la victoria. Manos por encima de la cabeza y un salto alto, y nuevamente el jugador estrella había encestado los tres puntos que definieron el final del partido. Habían ganado una vez más y el orgullo que burbujeaba en su pecho incrementó a pasos agigantados.

Golpeó su pecho recibiendo la avalancha de sus compañeros encima suyo a felicitandole por aquella hazaña que ya se había vuelto costumbre.

-- ¡Mi papá es íncreible!

Chanyeol rió ante la reacción de su pequeña hija. El verano había comenzado demasiado pronto y ahora, se encontraban observando uno de los partidos de Chanyeol en la liga europea. Yuna le había insistido en que deseaba ver el último partido con él pues se lo había perdido debido a las tareas de la escuela así que, después de almorzar, tomaron asiento en el sofá de la casa con un par de bebidas refrescantes y el ventilador a su máxima potencia.

Él amaba el baloncesto como a su hermano. Fue aquel deporte de equipo y planificación los que lo ayudaron durante los años oscuros convirtiendose en el refugio bajo la fría tormenta. Las estrategias le habían vuelto bueno y él elevó sus propias habilidades a un nivel casi inalcanzable.

-- ¿Cuándo empiezan los entrenamientos, papi? -- preguntó Yuna mirandole curiosa – Me gustaría ir a verte jugar pronto.

-- Bueno, tu tío Jongin está buscandome un contrato aquí en Corea para que no tenga que irme más lejos de tí y puedas verme jugar sin que te afecte la escuela – explicó el más alto cruzando los dedos secretamente para que todo se le diera a su moreno amigo y agente – Solo nos queda esperar.

-- ¿Y si te tienes que ir de nuevo? ¿Tendré que quedarme con la abuela otra vez?

-- ¿No te gusta quedarte con tu abuela, princesa?

-- Me gusta más vivir contigo, papi. -- confesó la chica con un suspiro – La abuela puede ser muy...dominante y mandona a veces a pesar de que sé que lo hace para cuidarme y por mi bien.

Chanyeol asintió para si mismo evaluando las palabras de su hija intentando rasgar lo que entristecía a la pequeña. Yuna siempre había sido una niña muy expresiva, creativa e inquieta. Cuando cumplió seis años pintó toda la casa de su madre con sus crayones rosas y uso los labiales de su madre por toda su cara. Sin contra las millones de travesuras que habían terminado con su madre a punto de darle un pre infarto por el estrés de no poder calmar a la niña.

-- ¿Vamos a por un helado?

Yuna corrió a su habitación sin pensarlo dos veces cambiando su vestido de dormir por uno más fresquito y sandalias frescas. Chanyeol sujetó su cabello en una coleta alta alisando su flequillo y sonrió ante la belleza de su niña. Si que la había hecho con amor. Tomó su billetera, teléfono y llaves de la casa y tomando la mano de Yuna bajaron a la ciudad por un helado refrescante.

El verano en Europa solía ser tan asfixiante que Chanyeol creyó ilusamente que el de su país sería más llevadero. Su supocisión estaba muy lejos de la realidad. El pelo se le pegaba a la frente de sudor y su espalda estaba tan húmeda que podría decirse que en vez de solo caminar regresaba del gimnasio después de dos horas de ejercicio intenso. Salir a la calle era desesperante pero, siempre venía bien una bebida que refrescase su cuerpo y a la vez, le permitiera despejar la mente de su hija con dulces "saludables".

Una suave brisa acarició su rostro y tomaron asiento en una de los bancos del parque. Algunos niños jugaban en los aparatos mientras que otros más pequeños preferían quedarse en las piernas de sus padres o madres. Yuna pidió con la mirada ir a jugar al terminar su helado así que accedió con la advertencia de no irse demasiado lejos. La nostalgia deseaba pegarle duro sabiendo que hubieron años en los que él no pudo estar cerca de ella pero, agradecía que al menos su abuela le inculcase los mismos valores que el profesaba. Ser un padre con un trabajo extranjero renumerado del cual dependas para mantenerte a flote no era algo que le gustase mucho aún cuando el baloncesto era su pasión más grande.