Lágrimas inolvidables

OJOS ABIERTOS

Con los ojos abiertos, perdida en mis pensamientos, el mundo a mi alrededor se siente distante, como si estuviera tras un cristal que me separa de la realidad. Todo se vuelve un ruido de fondo, un murmullo lejano que apenas logro escuchar mientras mi mente vuela a lugares que a veces ni yo entiendo. Recuerdos olvidados, sueños que apenas comienzan a tomar forma y preguntas profundas se entrelazan, como si estuvieran bailando en mi cabeza, creando un torbellino de emociones y reflexiones.

Afuera, la vida sigue su ritmo incesante, las personas pasan, los coches suenan, y el sol avanza en su trayectoria, pero aquí dentro, estoy atrapada en un laberinto de reflexiones. Busco respuestas que a veces parecen escapar entre mis dedos, como arena en una playa. En esos momentos de silencio y desconexión, me doy cuenta de que hay tanto por descubrir en mí misma, tanto que aún no he explorado.

Es curioso cómo en la soledad de mis pensamientos encuentro un refugio, un espacio íntimo donde puedo desnudarme emocionalmente. En este rincón, lo cotidiano se transforma en algo más profundo. Las pequeñas cosas, como el aroma del café por la mañana o el sonido de la lluvia golpeando la ventana, adquieren un nuevo significado. Aquí, soy libre de ser quien realmente soy, sin las máscaras que a menudo uso en el día a día.

A medida que me sumerjo más en este océano de pensamientos, empiezo a vislumbrar fragmentos de mí que había olvidado. Mis pasiones, mis miedos, mis deseos ocultos, todo emerge a la superficie. En este viaje interno, me enfrento a mis inseguridades y, al mismo tiempo, descubro mis fortalezas. Es un proceso, a veces doloroso, pero también liberador.

Y así, en esta danza entre la introspección y la realidad, me doy cuenta de que cada pensamiento es una pieza del rompecabezas que soy. Aquí, en mi rincón privado, soy capaz de abrazar mis contradicciones y celebrar mi autenticidad. La vida puede ser caótica, pero en este espacio de reflexión, encuentro claridad y propósito.