UNA PEQUEÑA MENTIRA

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Qué no te vi, A quien le miento, si tú fuiste la razón que me impulsó a acercarme. Decir que no iba a saludarte fue solo una mentira, porque en realidad, tu eras el motivo de mi llegada.

Mis pensamientos vagaban entre susurros de anhelo, y la tentación de cruzar esa delgada línea se volvía irresistible. Imaginaba el instante en que te abrazara, un abrazo que detuviera el tiempo, donde el mundo se desvaneciera y solo existiéramos tú y yo.

Cuando te alejaste, mis ojos te siguieron, recorriendo cada paso que dejabas atrás. Hasta que ya no eras visible, mantuve la mirada fija, como si cada parpadeo pudiera traerte de vuelta. En mi corazón, un deseo ardiente brotaba, quería que voltearas, que fueras tú quien se acercara, me abrazara y no me soltará.

Sin embargo, la realidad se asomaba.
Las calles vacías parecían susurrar tu nombre, y el eco de tus risas se perdía en el aire. Aun así, en mi mente, dibujaba escenarios donde tú y yo volvíamos a encontrarnos, donde las palabras que no dijimos se desbordaban en un torrente de emociones.

Y aunque la incertidumbre me acechaba, en mi interior sabía que el amor verdadero nunca desaparece. Así que, con cada nuevo amanecer, mantenía la esperanza viva, esperando que un día, al girar la esquina, te encontrara de nuevo, tan real como el primer día que nos miramos.

Ese instante quedó grabado en mi alma, un eco suave que aún resuena, recordándome que a veces, los sentimientos más profundos esperan pacientemente el momento perfecto para florecer.

Lágrimas inolvidablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora