Era domingo por la mañana. El sol apenas se asomaba en el horizonte, y Ayanokouji Kiyotaka había comenzado su día como siempre: de manera metódica y eficiente. Tras completar su rutina diaria de ejercicios, se duchó y luego preparó su desayuno. Mientras se sentaba en la mesa para disfrutar de su comida, el departamento estaba en completo silencio. Ayanokouji no solía dejar que el silencio le incomodara; lo encontraba reconfortante.
En medio de ese silencio, un repentino sonido vibrante rompió la quietud. Ayanokouji miró hacia el bolsillo de su pantalón, donde su teléfono sonaba insistentemente. Era extraño, ya que pocas personas conocían su número. Al revisarlo, vio un número desconocido en la pantalla, pero algo le dijo que debía contestar.
—¿Hola? —respondió con su tono habitual, casi indiferente.
La voz al otro lado de la línea era familiar, pero aun así le provocó un ligero escalofrío.
—Kiyotaka... soy yo, Matsuo —dijo la voz con un tono grave, algo que raramente había escuchado en él.
Ayanokouji mantuvo su expresión neutral, aunque sabía que una llamada de Matsuo a esa hora y en esas circunstancias no era una simple charla casual.
—¿Qué sucede? —preguntó sin rodeos, queriendo ir directamente al punto.
Hubo una pausa al otro lado de la línea, como si Matsuo estuviera buscando las palabras adecuadas.
—Tu padre... —comenzó Matsuo, pero se detuvo de nuevo—. Ha muerto.
Ayanokouji sintió una ligera tensión en su pecho, pero su rostro seguía impasible. A pesar de su fría personalidad y el desapego que siempre había mostrado hacia su padre, esa noticia no era algo que pudiera ignorar fácilmente.
—¿Cómo sucedió? —preguntó finalmente, sin mostrar ninguna emoción en su voz.
—Lo asesinaron —respondió Matsuo con seriedad—. Un francotirador le disparó. No se sabe quién fue, pero las autoridades están investigando. La Sala Blanca también ha sido clausurada por las autoridades tras su muerte. Parece que toda su red de poder ha colapsado.
La noticia de la muerte de su padre no fue lo más sorprendente para Ayanokouji, sino el hecho de que la Sala Blanca, ese lugar que había definido toda su existencia, había sido cerrada. La institución que su padre había construido como una fortaleza impenetrable, con el único objetivo de crear seres perfectos como él, ahora estaba desmantelada.
—¿Quién lo hizo? —preguntó, aunque en el fondo sabía que era poco probable obtener una respuesta inmediata.
—No lo sabemos. Fue un disparo preciso, directo al corazón. El asesino escapó sin dejar rastro —dijo Matsuo—. Las autoridades están en una búsqueda intensa, pero dudo que encuentren algo pronto.
Ayanokouji se mantuvo en silencio. La figura de su padre, siempre omnipresente en su vida, ya no estaba. Durante mucho tiempo había intentado escapar de su sombra, y ahora que lo había conseguido, lo que sentía no era alivio, sino algo más complejo. Tal vez, vacío.
—Kiyotaka, sé que esto es mucho para procesar, pero quería que lo supieras antes de que te enteraras por otro medio —dijo Matsuo con un tono más suave.
—Lo agradezco —respondió Ayanokouji con una ligera inclinación de cabeza, aunque Matsuo no podía verlo—. ¿Algo más?
—No, solo quería informarte de eso. Por ahora, mantente bajo perfil. Las cosas podrían ponerse complicadas si se descubre tu conexión con él. Aunque... con la Sala Blanca cerrada, quizá sea tu oportunidad para empezar de nuevo, de verdad —sugirió Matsuo.
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Ayanokouji en oregairu
FanfictionAyanokouji Kiyotaka, un joven que ha pasado toda su vida atrapado en la estricta y despiadada Sala Blanca, finalmente logra escapar con la ayuda de Matsuo, su único aliado. Ahora, con un pasado cuidadosamente fabricado, se inscribe en la secundaria...