Amal dormía en el sofá del salón, el embarazo la hacia dormir más de lo normal, algo lógico. Estaba tan agusto sin ruidos y tranquilidad, que era extraño, en esa casa siempre había gente, sin contar a los empleados.
El sonido de la puerta, la hizo abrir los ojos. Una empleada fue abrir y ella escuchaba voces, pero no entendía lo que hablaban. De pronto aquella mujer apareció en su campo de visión y la encontró con un ramo de rosas, color rojas. Amal arrugó su ceño y sonrió.—Vaya, Samantha no sabía que tenía una admirador secreto. — dijo Amal con una sonrisa.
—Ojala fuesen para mí, pero señorita, son para usted. — Amal volvió arrugar su ceño, la mujer le dio el ramo y ella lo cogió. —Tiene una nota. — Amal olió las rosas y cogió aquella nota de papel blanco.
Hola, bella esposa. Sé que aún estás brava Conmigo, me lo merezco. Pero esto, es una prueba de que no me voy a rendir en reconquistarte, de que volverás a ser mi señora. Es una prueba entre tantas, de mi arrepentimiento, de que deseo tener una familia contigo. Aunque eso ya lo hemos logrado, estoy feliz de que estés embarazada de mi bebé. Sé que por inútil te perdí, pero también soy consciente de que no te voy a perder. Feliz día, te quiero.
Atte: de tu esposo Abdel.
Amal tenía ganas de llorar, pero una rosas, no era suficiente para su perdón. Si, era un detalle hermoso, pero ella sufrió más por su desprecio, así que, ahora, le tocaba a ella.
—Samantha, por favor, tiralas a la basura. — pidió y la mujer abrios sus ojos como platos.
—¿Está segura? Son hermosas. — dijo la mujer apenada.
—Si, pero si viene de mi esposo, están contaminadas. — exclamó.
—Como usted diga. — la mujer cogió las rosas y las tiró a la basura, así como Amal se lo había pedido.
Abdel creía que con eso, iba arreglar todo. Pero no, tenía que hacer mucho más que eso. Tiró las rosas porque la pareció tonto, si, era bonito, pero no iba ser fácil.
Cogió su teléfono y marcó su número, la señal empezó a sonar y escuchó su voz ronca.
—Hola, Amal. — saludó, parecía contento por su hablar con ella. —¿Cómo estás? ¿Te gustaron las rosas?
—Para eso te llamaba, deja de mandarme todas. — respondió. —Con eso no vas a solucionar nada.
—Esperaba que supieras que quiero tu perdón, demostrarte que me arrepiente. — Amal sonrió.
—Me parece bien, que ese arrepentimiento valga para que seas mejor. Pero no te será fácil conmigo y menos con rosas y chocolates. No tendrás mi perdón tan fácil. — exclamó.
—Sé que me costará tener tu perdón y todo por ser un imbécil, por no valorarte y hacerte daño. — Amal lo amaba, pero escucharle hablar asi, como nunca antes, le estremecía el alma. —No voy a rendir, porque deseo que vuelvas a mí lado tú y ese bebé. — Amal colgó.
No podía escuchar más, deseaba llorar. Escucharle hablar asi, era lo que siempre deseó escuchar. ¿Pero por qué ahora? Se preguntaba ella, dejando caer sus lágrimas. Pues porque Abdel se dio cuenta de lo que tenía muy tarde y le dio lugar a la otra y no a ella.
Abdel por otra parte, observaba su teléfono confundido. Amal le había colgado, había sido fría con él. ¿Pero que esperaba después de todo? Él solo recibió el desprecio de su esposa, porque ella se cansó de todo.
La puerta del despacho fue abierta y por ella entró Norma con una sonrisa, caminó hasta él y le abrazó. Pero Abdel no correspondió al abrazo, de hecho, la apartó con delicadeza.—Abdel, ¿Qué ocurre? — pregunto la mujer apenada. —Jamas me has apartado así.
—Norma, déjame tranquilo. — gruñó. —Quiero ver a nadie ni a ti.
—¿Pero qué ocurre? ¿Es por esa? — Abdel la observó con una ceja alzada.
—"Esa" como tú la llamas, es mi esposa. — la miró fijamente. —La dueña de esta casa, la duquesa de Arabia y tú la debes respeto.
—Venga ya, ¿Ahora la llamas esposa? — se rio. —Eras el primero el despreciarla, es no querer saber de ella.
—Tienes razón, ¿Pero sabes cuál es la diferencia entre ella y tú? — ella negó. —Que tu jamás la llegarás a la suela del zapato, jamás serás duquesa y jamás serás mi esposa. — ella apretó su mandíbula con rabia.
—Abdel, ¿No vas a divorciarte? — él negó. —¿Por qué? Siempre quisimos casarnos, siempre estar juntos..
—Si, pero me di cuenta de algo... Me he enamorado de Amal. — ella dejó caer sus lágrimas. —Asi que te pido de la manera más educada, que te largues de mi casa y jamás regreses.
Norma se sintió humillada, con la rabia por sus venas, salió del despacho echa una furia. Abdel la había dejado, le había echado de su casa. Había reconocido que amaba a su mujer, su plan se había ido a la mierda, jamás sería duquesa. No podía rendirse, tenía que hacer algo, ahora que estaban en proceso de divorcio, tenía que hacer algo.
Cuando subió al coche, le dio unos golpes al volante sacando su ira y rabia.
Amal se miraba en el espejo de cuerpo entero, se puso de lado y observó su vientre plano. Subió su camiseta y sonrió. Tenía un bebé creciendo en su interior, un bebé que ella y Abdel hicieron esas noches de pasión y lujuria. No le desagradaba tener un bebé, era su felicidad, lo único bueno que Abdel le había dado. Si, no estaba preparada para ser mamá, no sabía nada sobre la maternidad, pero iba aprender para hacerle el bebé mas feliz de mundo.
—Serás el bebé mas querido y mimado de la familia, ardillita. — le hablo a su bebé. —Prometo ser una buena mamá y dar todo de mi para hacerte feliz. — dejó caer sus lágrimas. —Pero te contaré algo, extraño a papá. Extraño escuchar su voz, dormir con él. Pero también tengo que darme mi lugar y que sepa respetarme, pero te juro que seremos una familia, mi amor. — le hablaba con tanta alegría y amor, que sonreía iluminando su habitación.
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Hola, nena. Aquí tenéis otro capítulo de Abdel y Amal, espero que os guste.
Decidme que pensáis de este capítulo, os leeré.
Besos desde España, nos leemos pronto.
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Casada Con Una Bestia (De la saga realeza, historia independiente)
RomanceAbdel Assim Abadallah, un hombre frío y de pocas palabras. Un hombre que fue obligado a casarse con una mujer que no ama, de hecho, la detesta y odia. Casarse con Amal Ayad Aziz, fue un infierno para él. No desea tocarla, no desea consumar su matrim...