Extra: El diablo no ama a cualquiera

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» Muchos desean ser amantes de la maldad, pero pocos son los que verdaderamente aguantan el peso de la oscuridad, no muchos siguen brillando en medio del caos «

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Me veo al espejo por milésima vez, pero no estaba seguro si ese color de chaqueta me quedaba bien, por el reflejo veo a Reimon recostado en el marco de la puerta viéndome fijamente.

—¿A dónde carajos vas?

—Por Becca al trabajo.

—No se supone que ella llevo su camioneta, no te necesita.

—¡Acaso no puedo ser romántico con mi esposa! solo quiero sorprenderla, ya mandare a uno de mis hombres para que vaya por su auto.

Rueda los ojos y antes de que salga de la habitación tengo un favor que pedirle.

—¿Puedes cuidar a los niños? prometo que no tardare mucho y te traeré algo del camino.

—¿Qué cosa me traerás?

—No lo sé, ¿una piedra te sirve?

—He cambiado de opinión.

—Vamos estoy bromeando, lo que tú quieras, un pastel. Yo que se, cualquier cosa que quieras.

—Por ahora no quiero nada, así que te quedara ese favor pendiente.

Lo abrazo y salgo de casa antes de que los niños quieran venir conmigo y ya no pueda pasar un momento a solas con mi esposa, últimamente había muchas personas en mi casa y Becca no había tenido tiempo solo para mí.

Me pongo más feliz cuando voy entrando por el frente de su edificio de abogados, busco un lugar para estacionarme, justo veo su camioneta a unos autos antes del mío. Me estaciono y me quito el cinturón, cuando estoy por bajarme visualizo a dos personas saliendo del edificio entre risas y palabras. Salgo casi corriendo del auto cuando veo que es ella junto a un chico menor que yo.

No es eso lo que me enfurece, es lo que hace después, cuando se atreve a abrazarla por tanto tiempo, como si tuviera el jodido derecho de hacerlo. Por encima del hombro de ese chico ella logra verme venir y se separa de inmediato dando un paso atrás y dispuesta a decir mi nombre.

BECCA

Se le lanza tan fuertemente que casi me lleva consigo, pero solo tambaleo antes de darme la vuelta y tratar de jalar su brazo, ¿Que estaba haciendo aquí? no lo había llamado para que me recogiera y encima se le tira a mi compañero de trabajo, era un imbécil. Podía o mejor dicho, se iba a meter en un problema legar demasiado grande

—¡Ran que te sucede, suéltalo!

—Es mi mujer y nadie la toca.

Qué demonios, estaba haciendo esto por un simple abrazo.

—¡Ran basta! vas a matarlo

—Que se muera

—¡Ran!

Grito una última vez intentando que lo suelte, pero esta tan fuera de sí que no se da cuenta cuando en uno de sus golpes logra darme a mí en la mejilla y me tira al suelo sentada. Me toco la cara y mis lagrimas salen sin aviso, lo miro y solo recuerdo el pasado, al viejo él. La persona que arreglaba todo con amenazas, golpes y muertes.

Estaba loco y no iba a parar por más que le gritara que lo hiciera, me seco las lágrimas y harta de su maldita actitud me pongo de pie para irme a mi camioneta. Solo ahí es cuando se detiene y corre hacia mí, pero aceleró y me voy sin esperar sus estúpidas palabras.

Obsesiones que matan ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora