Tres

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George

George intentó calmar sus nervios en todo el camino a casa, pero era imposible con ese hombre que aparecía en todas sus fantasías recientes y el cual estaba sentado a ni siquiera dos pies de distancia en el asiento del frente de una costosa camioneta. Se sentía como si debiera de decir algo, pero no podía encontrar su lengua. Al aceptar que Alexander lo llevara a casa, que lo escoltara a su apartamento, era como si hubiese accedido a algo más, y ahora el corazón de George parecía un tambor golpeteando a un ritmo poco convencional en sus oídos.

A pesar de toda la palabrería de Kelly, ella tenía razón sobre George. Él era virgen. En todo el sentido de la palabra. Aparte de tres besos falsos frente a la cámara y un pico casto que intercambió con Lance para aparentar, el único beso real que había tenido fue con una chica, y estuvo tan ebrio como para recordarlo. Comenzaba a pensar que había algo realmente mal con él. Tenía veintiún años y las personas lo trataban como si existiera un muro invisible a su alrededor al que nadie quería penetrar, y George de verdad deseaba que alguien lo penetrara. Miró de reojo hacia el hombre detrás del volante que cantaba suavemente y golpeteaba con los dedos la dirección, completamente inconsciente del ataque de pánico de George. Él no quería a cualquier persona. Él deseaba a Alexander.

Alexander era perfecto. Era un donjuán autoproclamado, así que quizás a George no debería sorprenderle que el hombre hiciera ningún esfuerzo en ocultar que estaba dispuesto a atender las necesidades inmediatas de George. Quizás, Alexander nunca decía que no a nadie. Quizás, literalmente estaba trabajando una lista de personas en LA y este era justo el día en que tacharía a George de su lista de quehaceres. El pensamiento hizo que su pecho se apretara, así que lo apartó de inmediato. George había deseado a Alexander desde el día en que lo divisó en la sala de conferencias, mirándolo fijamente como si George fuera la única persona allí. Lo hacía sentir vulnerable, como si alguien le hubiese arrancado la capa de invisibilidad y dejado de pie al frente de una habitación llena de extraños. Pero, también había calentado su interior. Alguien finalmente lo había notado.

George coló otra mirada hacia el hombre junto a él. Alexander era hermoso de una manera ruda, como los chicos que George veía en la ciudad mientras crecía en su hogar en Kentucky. Su cabello castaño claro estaba atado en lo alto de su cabeza en un moño suelto que debería haber lucido ridículo pero que en él solo lograba expresar lo poco que a Alexander le importaban las reglas. Usaba una camiseta sin mangas de Metallica cubierta de hoyos y manchas de pintura, y sus brazos musculosos estaban recubiertos con tinta colorida, todos de naturaleza tribal. La barba conseguía acentuar su perfecta mandíbula en lugar de esconderla, y tenía unos ojos color chocolate que se veían casi negros bajo las sombras del techo de la camioneta.

—Parece que estás teniendo pensamientos terriblemente profundos. ¿Estás

bien?

No. Ese acento le provocaba cosas a George. Esa manera suave y lenta en que hablaba, como si disfrutara de saborear las palabras antes de soltarlas dentro del universo. George quería saber cómo sonaban esas palabras como un susurro en su oreja o gruñidos contra su piel. Él se estremeció, removiéndose con incomodidad y con su pene medio duro ante esa idea.

—¿Tienes frío, carita de ángel?

—¿Por qué me llamas así? —soltó George.

Alexander soltó una risita. —Estás de broma.

George negó con la cabeza, tragando con fuerza. —¿Por qué bromearía con algo así?

—Te digo carita de ángel porque tienes el rostro más dulce que haya visto.

—¿Cómo el de un bebé? —murmuró George, con el corazón hundiéndose.

Alexander se arriesgó a mirarlo. —No hagas pucheros, dulzura. He pasado más de una noche pensando en ensuciar ese rostro angelical.

|3°| Abrumador[Alex.A & George.R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora