Ropa de Claudio

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🪢

La noche había caído sobre la ciudad, bañando el departamento de Jorge en un silencio inquietante, interrumpido solo por el zumbido lejano del tráfico y el leve sonido de sus respiraciones. De pie frente al armario, Jorge miraba con una mezcla de culpa y anhelo la prenda que sostenía entre sus manos: una chaqueta que no era suya, ni nunca lo había sido.

Era de Claudio.

Su aroma persistía en la tela como un recuerdo tangible, una mezcla inconfundible de feromonas alfa y el perfume que siempre usaba. Había terminado en su departamento por accidente, al menos eso era lo que Jorge se había dicho a sí mismo la primera vez. Habían estado en un ensayo con la banda, y Claudio, siempre distraído, había olvidado la chaqueta en el camerino. Jorge, con la excusa de devolvérsela, se la había llevado a casa. Sin embargo, los días pasaron, y la prenda nunca regresó a su dueño.

No era la primera vez que sucedía. De hecho, no era ni siquiera la segunda. Era casi una rutina: Claudio dejaba algo atrás, y Jorge lo tomaba como un trofeo silencioso, una excusa para tener un pedazo de él en su vida. Pero había algo más en ello. Algo que lo mantenía aferrado a esa chaqueta, y a todas las demás prendas que había coleccionado en secreto. Las usaba en casa, las sentía como si fueran un escudo, envolviéndolo en el calor y la presencia de Claudio, incluso cuando estaba solo.

Debería parar, se decía una y otra vez.

Pero no lo hacía.

Esta noche, como tantas otras, Jorge tomó la chaqueta y la apretó contra su pecho antes de deslizarla sobre sus hombros. Inmediatamente, sintió esa sensación de familiaridad y consuelo. Era casi como si Claudio estuviera allí con él, aunque la realidad era muy diferente. Jorge sabía que Claudio no lo vería de la misma manera. Para el alfa, él no era más que un amigo, un compañero de banda. Sus interacciones eran rutinarias, limitadas a ensayos y ocasionales salidas grupales. Claudio tenía una vida ocupada, siempre rodeado de gente, de otros alfas y omegas que parecían girar en torno a él como planetas en torno al sol.

Pero para Jorge, Claudio era todo.

Se dejó caer en el sofá, abrazándose más fuerte a la chaqueta, como si eso pudiera llenar el vacío que sentía. Había intentado reprimir esos sentimientos durante años, convenciéndose de que no tenía sentido desear algo que no podía tener. Pero el aroma de Claudio lo embriagaba, despertando en él un deseo que era imposible de ignorar.

Al cerrar los ojos, la imagen de Claudio aparecía vívida en su mente. Recordó la forma en que el alfa reía, con esa sonrisa arrogante pero encantadora que iluminaba cualquier habitación. Recordó sus brazos fuertes, su presencia dominante que lo hacía sentir seguro y vulnerable al mismo tiempo. Jorge sabía que no debía pensar en él de esa manera, pero su corazón latía con más fuerza cada vez que lo hacía.

Lo peor era que Claudio parecía completamente ajeno a todo. Nunca notaba cuando faltaba alguna prenda, nunca sospechaba nada. Y Jorge seguía acumulando, seguía permitiéndose esos pequeños momentos de ilusión, esos segundos robados en los que podía fingir que algo de Claudio le pertenecía.

Pero no podía durar para siempre.

El timbre sonó de repente, sacándolo de sus pensamientos. Jorge se levantó de golpe, el corazón latiéndole en la garganta. Miró la hora: era tarde, ¿quién podría ser a esas horas?

Al abrir la puerta, sus ojos se encontraron con los de Claudio.

—Ey, Jorge —dijo el alfa, con su tono relajado de siempre, pero con una chispa de curiosidad en su mirada—. Creo que dejé mi chaqueta aquí la última vez. ¿Puedo pasar a buscarla?

Cuentos de amor de locura y muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora